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primera parte pag 1-45 - NetDealer

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para una acción escénica inédita. Nuestro actor se dice:”Puesto que yo sé que<br />

el fondo escenográfico de mi escenario está concertado, que sus tablas<br />

prolongan la sala y que el todo está subordinado a la música, no puedo<br />

ignorar lo que debo ser cuando yo entre en escena. Puesto que el espectador<br />

percibirá mi juego al mismo tiempo que los fondos pictórico y musical, mi<br />

juego no será más que uno de los componentes de este conjunto agitante, a fin<br />

de que la suma de los elementos del espectáculo tenga un sentido preciso.”<br />

El actor sabe por cual razón lo que lo rodea ha sido concebido de una cierta<br />

manera y no de una otra; no ignora que eso es un producto teatral; también<br />

él se transforma y deviene un producto del arte. Este actor, nuevo dueño del<br />

escenario, afirma la alegría de su alma por su elocución musical y la<br />

flexibilidad de su cuerpo.<br />

Sus movimientos, determinados por la ley de Guglielmo (partire dal terreno)<br />

le imponen una virtuosidad de acróbata (el actor japonés es también acróbata<br />

y danzarín).<br />

La palabra obliga al actor a ser musical. La pausa le recuerda que él debe<br />

saber calcular el tiempo, todo como un poeta. La actitud hacia la música no es<br />

la misma en Jacques-Dalcroze, en Isadora Duncan o en Loie Fuller, o en la del<br />

circo, en el teatro de variedades o en los teatros japoneses y chinos.<br />

La mùsica tiene el rol de una corriente que acompaña las evoluciones del<br />

actor sobre el escenario y sus instantes de detenerse, el plan de la música y el<br />

de los movimientos del actor pueden no coincidir pero, llamados<br />

simultáneamente a la vida, presentan en su derramamiento una especie de<br />

polifonía.<br />

Una nueva pantomima está en vía de nacer; la música reina en su propia<br />

esfera, y los movimientos el actor le son paralelos.<br />

Sin dejar percibir por el espectador la base métrica, los actores, sostenidos por<br />

el metro, buscarán tejer directamente la red rítmica.<br />

En la serie de evoluciones del actor dramático, la pausa no significa<br />

ausencia o detención del movimiento, pero, como en la música, marca la<br />

progresión. Si, en tal momento dado, el actor no se mueve, eso no significa<br />

que él haya dejado la esfera musical.<br />

El actor queda sobre el escenario no porque en la ausencia de bastidores, él<br />

no tiene donde desaparecer, sino porque, teniendo asimilado el sentido de la<br />

pausa, él continúa tomando <strong>parte</strong> en la acción escénica. Esta pausa pone en<br />

valor la emoción nacida de la luz, de la músca, de los accesorios brillantes y<br />

de las vestimentas de parada.<br />

El actor que no ha dejado el escenario en ningún momento, revela la<br />

significación de la coexistencia de los dos planes –escenario y proscenio–<br />

continuando a vivir con una música que no resuena más (comparad con la<br />

expresión ibseniana: “escuchar el silencio”).<br />

VSEVOLOD MEYERHOLD<br />

página 36<br />

L ’ Amour des trois oranges,<br />

1914, 4-5, pp. 94-98.<br />

Apuntes biográficos<br />

(Vsevolod Emílievich Meyerhold;<br />

Penza, 1874 - Moscú, 1942)<br />

Teatro

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