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1925-1927: del Diccionario Usual y del Diccionario - Departamento ...

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es decir, en torno al 4%, se hallan ilustrados en alguna de sus acepciones 124 . La temática<br />

de las ilustraciones corresponde principalmente a flores y plantas, armas, instrumentos<br />

musicales, complementos <strong>del</strong> vestir, elementos arquitectónicos, aves y otros animales,<br />

lo que concuerda con el carácter enciclopédico que encierran 125 .<br />

4. CONCLUSIONES<br />

No se trata aquí de repetir los argumentos que ya se han comentado a lo largo <strong>del</strong><br />

estudio, pero sí que vale la pena destacar algunos aspectos transversales que dan sentido<br />

a la línea de continuidad que establece la Academia en sus sucesivas ediciones.<br />

La primera cuestión que conviene destacar es la necesidad de prestar más atención a los<br />

diccionarios <strong>del</strong> s. XX. La tendencia de los estudios filológicos y de metalexicografía<br />

histórica es la de ocuparse de los diccionarios más tempranos. Sin duda son muy<br />

interesantes, pero para descubrir las claves de los diccionarios actuales es indispensable<br />

trazar la historia también de los más recientes. Así, se puede pensar que la 15ª ed. (RAE<br />

<strong>1925</strong>) es como la edición actual, pero no es así; es un eslabón de la cadena que llega<br />

hasta la 22ª ed. (RAE 2001a); un eslabón muy importante, como queda demostrado en<br />

este estudio, pero un eslabón al fin y al cabo.<br />

La consecuencia de ello es que una edición no se puede estudiar aisladamente. Cada una<br />

de ellas parte de la anterior, y es la base de la siguiente, lo que se explica por esa<br />

metodología acumulativa que caracteriza los diccionarios académicos. Y de la misma<br />

manera, cada edición es hija de una época, por eso es también importante tener en<br />

cuenta las ideas lingüísticas imperantes en cada momento, así como la composición en<br />

el seno de la Academia. En este sentido, los años aquí estudiados constituyen una de las<br />

épocas más fructíferas de la filología española, con Ramón Menéndez Pidal a la cabeza,<br />

y con una serie de proyectos que encuadran las ediciones aquí estudiadas en un contexto<br />

más amplio. En entre ellos destaca la publicación <strong>del</strong> Boletín de la Real Academia<br />

Española, en el cual se pueden detectar los aspectos que más preocupaban a los<br />

académicos de esos años.<br />

El primero de estos aspectos, que marca la diferencia entre la 15ª ed. (RAE <strong>1925</strong>) y las<br />

anteriores, es la admisión de regionalismos y americanismos. Entre estos dos tipos de<br />

voces alcanzan el 40% de las incorporaciones de la 15ª ed. (RAE <strong>1925</strong>) y, a su vez, el<br />

48% de las que se producen en la 1ª ed. <strong>del</strong> <strong>Diccionario</strong> manual (RAE <strong>1927</strong>). Todo ello<br />

va acompañado de una profunda reforma de las marcas geográficas, y en el contexto de<br />

un interés creciente por crear academias correspondientes para que puedan paliar con<br />

sus aportaciones la escasa representación <strong>del</strong> léxico americano en el <strong>Diccionario</strong>. La<br />

misma tendencia se produce en los “regionalismos” peninsulares, ya que la Academia,<br />

influida por las nuevas ideas lingüísticas, se muestra más abierta a su incorporación. Los<br />

estudios que aparecen por esos años en el BRAE y el mismo cambio de nombre <strong>del</strong><br />

diccionario sustituyendo lengua castellana por lengua española así lo demuestran.<br />

124 Si se extrapola este dato al total <strong>del</strong> <strong>Diccionario</strong>, este contendría alrededor de 2.500 ilustraciones.<br />

125 Sobre la caracterización de estos elementos como propios de las enciclopedias, véanse Lara (1989),<br />

Stein (1991), Hernández (1997). Por su parte, Gutiérrez Cuadrado (1996: 140), valora positivamente la<br />

aportación de las ilustraciones a la lexicografía, especialmente a la didáctica.<br />

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