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A los presbíteros, principalmente a los diocesanos, la Fraternidad<br />
Sacerdotal nos ofrece un camino sencillo con un mínimo de estructuras<br />
(Directorio 59s), pero que se revela muy eficaz para la vida y ministerio<br />
presbiteral: la espiritualidad centrada en la Eucaristía celebrada y adorada,<br />
las reuniones periódicas –la gracia del encuentro, el día de desierto, la<br />
revisión de vida, el mes de Nazaret, la vivencia de la amistad: “somos tan<br />
pocos, necesitamos amarnos mucho”. No olvidemos que el hermano<br />
Carlos como nadie vivió el ministerio presbiteral como servicio a los últimos,<br />
para llevar “el banquete a los más abandonados”, en el espíritu de<br />
nuestro Maestro y Señor que lavó los pies de sus discípulos. Jamás olvidemos<br />
que ministerio significa “minus-stare”, estar bajo a todos, en el último<br />
lugar, para servir a todos como Jesús.<br />
El hermano Carlos fue también precursor de la “caridad pastoral”,<br />
expresión feliz del Vaticano II para caracterizar la vida y el ministerio<br />
presbiteral. Consiste en ser sacramento, icono, transparencia de Jesús<br />
profeta, sacerdote y pastor del pueblo de Dios. Ya no hay peligro de que<br />
el presbítero se crea importante, se sienta categoría, pues su función es<br />
precisamente señalar y desaparecer, señalar por el ejemplo de su vida y<br />
ceder el paso a la presencia viva de Jesús el Buen Pastor Resucitado. Una<br />
expresión preciosa del hermano Carlos: «El sacerdote es una custodia. Su<br />
función es mostrar a Jesús. Él debe desaparecer para mostrar a Jesús.<br />
Esforzarme en dejar un buen recuerdo en el alma de todos los que vienen a<br />
mí. Hacerme todo para todos: reír con los que ríen, llorar con los que lloran,<br />
para conducirlos a todos a Jesús. Ponerme con condescendencia al alcance<br />
de todos, para atraerlos a todos a Jesús». Cuando el hermano Carlos fue<br />
asesinado aconteció algo inexplicable: la custodia con el Santísimo fue<br />
encontrada al lado de su cuerpo. El bienamado hermano y Señor su puso<br />
junto a su discípulo herido de muerte.<br />
La seducción de Dios en el hermano Carlos tomó forma de una herida de<br />
amor que se excedió en generosidad a través de un largo viaje interior y exterior<br />
que lo llevó hasta al final de él mismo. “Necesitamos cambiar mucho para<br />
quedarnos los mismos” (Mons. Helder Camara). ¡Que amplio desierto es el<br />
corazón humano! El último mensaje escrito por el hermano Carlos el día 1 de<br />
diciembre de 1916 es una llamada al amor, convencido de que el bienamado<br />
hermano y Señor Jesús es el amor, el amante, el amado. «Nuestro anonadamiento<br />
es el medio más poderoso que tenemos para unirnos a Jesús y hacer<br />
bien a las almas. Es lo que san Juan de la Cruz repite casi en cada línea.<br />
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