16341.Boletin Iesus Caritas 159

Finalmente los tres servicios deben ir siempre unidos. La Iglesia no
puede descuidar el servicio de la Caridad, como no puede omitir los
Sacramentos y la Palabra (nº 21). Realmente, la proclamación debe llevar
a la Eucaristía y la Eucaristía al servicio concreto a los hermanos, por eso
son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra
(nº 25). Implícitamente, pero siempre en tono positivo, la encíclica tiene
en cuenta los casos en que se reduce voluntariamente la acción eclesial a
una tarea asistencial, descuidando los otros aspectos en contextos en que
es posible su actuación.
3.2. Gradación
El segundo dato esencial está relacionado con la necesaria gradación
en este servicio de caridad, ya que dada la amplitud de la empresa y la
escasez de medios es imposible llegar a todos. Por ello la encíclica propone
que primero se atienda a la comunidad local, después a los demás cristianos
y finalmente a todos los necesitados: b) La Iglesia es la familia de Dios
en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo
necesario. Pero, al mismo tiempo, la caritas-agápe supera los confines de la
Iglesia; la parábola del Buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento
y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el
necesitado encontrado «casualmente» (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea.
No obstante, quedando a salvo la universalidad del amor, también se da la
exigencia específicamente eclesial de que, precisamente en la Iglesia misma
como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad.
En este sentido, siguen teniendo valor las palabras de la Carta a los
Gálatas: «Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero
especialmente a nuestros hermanos en la fe» (6, 10) (nº 25).
Esta precisión es importante en un mundo en que, gracias a la globalización
de los medios de comunicación social, son más conocidas las grandes
necesidades existentes en todo el mundo. En este contexto tiene que estar
presente la Iglesia como tal, por sí sola o cooperando con otras organizaciones
y Estados, pero guardando la debida gradación en el uso de los medios.
3.3. La caridad como tarea de todos
La caridad es tarea de cada cristiano; ahora bien, todo cristiano es esencialmente
miembro de la comunidad cristiana, lo que implica que, sin perjuicio
de su iniciativa personal, que siempre debe quedar salvaguardada,
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