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16341.Boletin Iesus Caritas 159

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darse. Naturalmente, en esta renuncia puede influir la ausencia de sentimientos.<br />

Vivir esta realidad forma parte de la madurez de la persona. Dice<br />

a este propósito la encíclica: el amor no es solamente un sentimiento. Los<br />

sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero<br />

no son la totalidad del amor. Al principio hemos hablado del proceso de<br />

purificación y maduración mediante el cual el éros llega a ser totalmente él<br />

mismo y se convierte en amor en el pleno sentido de la palabra. Es propio<br />

de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e<br />

incluya, por así decir, al hombre en su integridad. El encuentro con las<br />

manifestaciones visibles del amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento<br />

de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. Pero dicho<br />

encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. El<br />

reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra<br />

voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto<br />

único del amor. No obstante, éste es un proceso que siempre está en camino:<br />

el amor nunca se da por «concluido» y completado; se transforma en el<br />

curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí<br />

mismo... Idem velle, idem nolle 8 , querer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo<br />

que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor:<br />

hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común (nº 17).<br />

2.9. Jesús, Dios-hombre, revela la verdadera naturaleza del amor<br />

En Jesús, Dios se revela como amor-misericordia. A la luz del AT lo<br />

específico del amor-misericordia es sintonizar con el necesitado y actuar en<br />

consecuencia, haciendo todo lo posible. Dios amó tanto al hombre que le dio<br />

a su Hijo único (Jn 3,16) y éste puso su tienda entre nosotros (Jn 1,14). La<br />

encarnación es el sintonizar del Hijo. Por ello se hizo uno de nosotros, hermano<br />

solidario. Hebr 2,17 llega incluso a afirmar que debió hacerse hombre<br />

porque esto es una exigencia del amor misericordioso. Como consecuencia<br />

nos comprende perfectamente, porque ha experimentado todo lo que es<br />

debilidad humana, menos el pecado. Por ello se nos exhorta a acudir a él en<br />

la necesidad, seguros de que nos comprende cf. Hebr 4,15-16. Además de<br />

sintonizar, actuó, entregando su vida por nosotros. No nos salvó desde la<br />

barrera sino que se lanzó al ruedo, se unió a la humanidad en el lugar<br />

desértico en que se encontraba perdida, se puso a la cabeza de ella como<br />

8. SALUSTIO, de Coniuratione Catilinae III 6 1.<br />

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