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darse. Naturalmente, en esta renuncia puede influir la ausencia de sentimientos.<br />
Vivir esta realidad forma parte de la madurez de la persona. Dice<br />
a este propósito la encíclica: el amor no es solamente un sentimiento. Los<br />
sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero<br />
no son la totalidad del amor. Al principio hemos hablado del proceso de<br />
purificación y maduración mediante el cual el éros llega a ser totalmente él<br />
mismo y se convierte en amor en el pleno sentido de la palabra. Es propio<br />
de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e<br />
incluya, por así decir, al hombre en su integridad. El encuentro con las<br />
manifestaciones visibles del amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento<br />
de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. Pero dicho<br />
encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. El<br />
reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra<br />
voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto<br />
único del amor. No obstante, éste es un proceso que siempre está en camino:<br />
el amor nunca se da por «concluido» y completado; se transforma en el<br />
curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí<br />
mismo... Idem velle, idem nolle 8 , querer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo<br />
que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor:<br />
hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común (nº 17).<br />
2.9. Jesús, Dios-hombre, revela la verdadera naturaleza del amor<br />
En Jesús, Dios se revela como amor-misericordia. A la luz del AT lo<br />
específico del amor-misericordia es sintonizar con el necesitado y actuar en<br />
consecuencia, haciendo todo lo posible. Dios amó tanto al hombre que le dio<br />
a su Hijo único (Jn 3,16) y éste puso su tienda entre nosotros (Jn 1,14). La<br />
encarnación es el sintonizar del Hijo. Por ello se hizo uno de nosotros, hermano<br />
solidario. Hebr 2,17 llega incluso a afirmar que debió hacerse hombre<br />
porque esto es una exigencia del amor misericordioso. Como consecuencia<br />
nos comprende perfectamente, porque ha experimentado todo lo que es<br />
debilidad humana, menos el pecado. Por ello se nos exhorta a acudir a él en<br />
la necesidad, seguros de que nos comprende cf. Hebr 4,15-16. Además de<br />
sintonizar, actuó, entregando su vida por nosotros. No nos salvó desde la<br />
barrera sino que se lanzó al ruedo, se unió a la humanidad en el lugar<br />
desértico en que se encontraba perdida, se puso a la cabeza de ella como<br />
8. SALUSTIO, de Coniuratione Catilinae III 6 1.<br />
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