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Finalmente el NT continúa en esta línea ascendente. 1 Cor 7,2-7, precisamente<br />
en un contexto dedicado a la virginidad, habla del matrimonio y<br />
de la relación sexual de una forma realista y positiva. Si la virginidad es un<br />
don, igualmente lo es el matrimonio (7,7) y los esposos han de vivir con<br />
realismo las exigencias de su sexualidad, descartando la abstinencia sexual<br />
permanente por una motivación religiosa. Esto sería un engaño y un exponerse<br />
a peligros innecesarios, no queridos por Dios. Desde otro punto de<br />
vista Ef 5,21-33 presenta el matrimonio como realidad humana que significa<br />
el gran misterio que son las relaciones mutuas de amor y de entrega<br />
entre Cristo y la Iglesia: Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a<br />
la Iglesia. Es interesante constatar que este texto es una aplicación concreta<br />
de un principio que se acaba de enunciar: Vivid sometidos unos a otros en<br />
el temor de Cristo (5,21), es decir, en la comunidad cristiana hay que<br />
tomarse en serio la voluntad de Cristo (cf. en el temor de Cristo) que quiere<br />
que descartemos todo individualismo egoísta e insolidario y vivamos las<br />
debidas relaciones sociales, dando a cada uno lo que se le debe. La primera<br />
aplicación es al matrimonio. El modelo ético matrimonial más valorado en<br />
la época del NT es el estoico y es el que subyace en nuestro texto, según el<br />
cual el marido es cabeza de la mujer y ésta debe estar sometida al marido.<br />
Sin embargo, se hace una relectura del modelo a la luz del amor que se ha<br />
revelado en la entrega de Cristo a la Iglesia. El marido es cabeza de la<br />
mujer, pero debe ejercer esta relación amándola como a sí mismo, más aún,<br />
entregándose a ella total y gratuitamente, como hace Cristo con la Iglesia;<br />
la mujer, por su parte, debe estar sometida al marido, pero se precisa como<br />
a Cristo, es decir, de acuerdo con el espíritu cristiano que descarta todo lo<br />
que sea contrario a la dignidad humana.<br />
B. Negativamente, la palabra de Dios purifica el éros de desviaciones,<br />
haciendo que siempre esté al servicio de la persona en su integridad y digni-<br />
con el hombre y del hombre con Dios. De este modo, tanto en la literatura cristiana<br />
como en la judía, el Cantar de los Cantares se ha convertido en una fuente de conocimiento<br />
y de experiencia mística, en la cual se expresa la esencia de la fe bíblica:<br />
se da ciertamente una unificación del hombre con Dios –sueño originario del hombre–,<br />
pero esta unificación no es un fundirse juntos, un hundirse en el océano anónimo<br />
del Divino; es una unidad que crea amor, en la que ambos –Dios y el hombre–<br />
siguen siendo ellos mismos y, sin embargo, se convierten en una sola cosa: «El que<br />
se une al Señor, es un espíritu con él», dice san Pablo (1 Co 6, 17) (nº 10).<br />
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