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Dos partes<br />
La carta consta de dos grandes partes, íntimamente relacionadas entre<br />
sí. La primera tiene un carácter más especulativo, puesto que en ella se<br />
quiere precisar qué es el amor, cuál es su fuente, qué relación existe entre<br />
amor humano y amor divino, entre amor a Dios y amor al prójimo. La<br />
segunda tiene una índole más concreta, pues trata de cómo cumplir de<br />
manera eclesial el mandamiento del amor al prójimo. Según algunas informaciones,<br />
la primera parte se debe exclusivamente al Papa y en la segunda<br />
ha empleado materiales que había encargado Juan Pablo II de cara a una<br />
posible encíclica. Realmente se nota diferencia de tono e incluso de vocabulario<br />
entre ambas partes. Previendo esta posible objeción, el mismo Papa<br />
salió al paso en la presentación de la encíclica, defendiendo su unidad, en<br />
un párrafo interesante por la información que aporta sobre el contenido:<br />
Una primera lectura de la encíclica –dice– podría suscitar quizá la impresión<br />
de que está dividida en dos partes, que no tienen mucha relación entre sí: una<br />
primera parte, teórica, que habla de la esencia del amor, y una segunda parte<br />
que trata de la caridad eclesial, de las organizaciones caritativas. Sin embargo,<br />
lo que a mí me interesaba era precisamente la unidad de los dos temas<br />
que, sólo pueden comprenderse adecuadamente si se ven como una sola cosa.<br />
Ante todo, era necesario afrontar la esencia del amor como se nos presenta a<br />
la luz del testimonio bíblico. Partiendo de la imagen cristiana de Dios, era<br />
necesario mostrar que el hombre está creado para amar y que este amor, que<br />
en un primer momento se manifiesta sobre todo como «eros» entre el hombre<br />
y la mujer, tiene que transformarse interiormente después en «agápe», en don<br />
de sí al otro para responder precisamente a la auténtica naturaleza del<br />
«éros». Con este fundamento, había que aclarar después que la esencia del<br />
amor de Dios y del prójimo descrito en la Biblia es el centro de la existencia<br />
cristiana, es el fruto de la fe. A continuación, era necesario subrayar en una<br />
segunda parte que el acto totalmente personal del «agápe» no puede quedarse<br />
en algo meramente individual, sino que por el contrario tiene que convertirse<br />
también en un acto esencial de la Iglesia como comunidad: es decir, se<br />
necesita también una forma institucional que se expresa en la acción comunitaria<br />
de la Iglesia. La organización eclesial de la caridad no es una forma de<br />
asistencia social que se sobrepone por casualidad a la realidad de la Iglesia,<br />
una iniciativa que también otros podrían tomar. Por el contrario, forma parte<br />
de la naturaleza de la Iglesia. Así como al «Logos» divino le corresponde el<br />
anuncio humano, la palabra de la fe, así también al «Agápe», que es Dios, le<br />
tiene que corresponder el «agápe» de la Iglesia, su actividad caritativa.<br />
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