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16341.Boletin Iesus Caritas 159

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encontrará muchas dificultades para hacerlo. Como consecuencia el hombre<br />

tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo, descendente. No<br />

puede dar únicamente y siempre, también debe recibir. Quien quiere dar<br />

amor, debe a su vez recibirlo como don (nº 7). Necesitamos todos permanentemente<br />

sentirnos aceptados y amados, y con ello sentir la debida<br />

autoestima, más aún, esta experiencia de amor posesivo es anterior a la del<br />

amor oblativo. No ha sido buena la pedagogía que estimulaba a renunciar<br />

a la debida autoestima y a una falsa humildad en aras de una imposible<br />

entrega a los demás. Hay que realizar ésta, pero siempre que la persona se<br />

sienta amada. Es legítimo y necesario desear debidamente ser aceptado y<br />

querido. Entonces, con la ayuda del Espíritu que alimenta nuestro amor<br />

oblativo, el hombre puede ser todo entrega a los demás: Es cierto –como<br />

nos dice el Señor– que el hombre puede convertirse en fuente de la que<br />

manan ríos de agua viva (cf. Jn 7, 37-38). No obstante, para llegar a ser<br />

una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primera y originaria<br />

fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor<br />

de Dios (cf. Jn 19, 34) (nº 7).<br />

2.5. Ambos deben estar unidos<br />

Porque ambos amores son necesarios, ambos deben ir de la mano, en la<br />

justa medida, sin destruirse uno al otro, en la única realidad de la persona<br />

que ama. De esta manera ambos se potencian y ninguno se desvirtúa. Por<br />

una parte, el amor posesivo no se contentará con poseer a una persona<br />

sino que anhelará llegar a poseer a Dios y, por otra, el amor oblativo<br />

transmitirá el don recibido. En realidad, éros y agápe –amor ascendente y<br />

amor descendente– nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más<br />

encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única<br />

realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en<br />

general. Si bien el éros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente<br />

–fascinación por la gran promesa de felicidad–, al aproximarse la persona<br />

al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar<br />

cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará<br />

«ser para» el otro (nº 7). Esto significa que el «amor» es una única<br />

realidad, si bien con diversas dimensiones; según los casos, una u otra<br />

puede destacar más. Pero cuando las dos dimensiones se separan completamente<br />

una de otra, se produce una caricatura o, en todo caso, una forma<br />

mermada del amor. (nº 8)<br />

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