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otro, disponibilidad a sacrificarse por él y apertura al don de una nueva<br />
vida humana. El «agápe» cristiano, el amor por el prójimo en el seguimiento<br />
de Cristo no es algo ajeno, puesto a un lado o que incluso va contra el<br />
«éros»; por el contrario, con el sacrificio que Cristo hizo de sí mismo por el<br />
hombre ofreció una nueva dimensión que, en la historia de la entrega caritativa<br />
de los cristianos a los pobres y a los que sufren, se ha ido desarrollando<br />
cada vez más [...] Quería subrayar la centralidad de la fe en Dios,<br />
en ese Dios que ha asumido un rostro humano y un corazón humano... La fe<br />
no es una teoría que uno puede asumir o arrinconar. Es algo muy concreto:<br />
es el criterio que decide nuestro estilo de vida... De este modo, en esta encíclica,<br />
los temas «Dios», «Cristo» y «Amor» se funden, como guía central de<br />
la fe cristiana”.<br />
Realmente la encíclica tiene carácter programático. Como declaró el<br />
Papa en su discurso de toma de posesión, su verdadero programa de<br />
gobierno no se centraría en seguir sus propias ideas, «sino en dejarme<br />
conducir por el Señor, de modo que sea él mismo quien guíe a la Iglesia en<br />
esta hora de nuestra historia». Leyendo su primera encíclica se confirma<br />
ese propósito. No es una exposición de alguno de los temas favoritos del<br />
cardenal Ratzinger, por ejemplo, el relativismo. Es, más bien, un texto en<br />
que el autor pasa a segundo plano concentrando su atención en la primera<br />
palabra con la que empieza la encíclica: «Dios». 1<br />
Dios y su voluntad, esto es lo importante. Ahora bien, la voluntad de<br />
Dios en última instancia siempre es el amor. Por ello el tema de la encíclica<br />
remite a la esencia del cristianismo, que no es una teoría, sino una praxis<br />
que define nuestro estilo de vida y, consiguientemente, en el fondo es un<br />
escrito programático que invita a profundizar en las raíces de la vida cristiana<br />
como medio para revitalizar toda la acción de la Iglesia, haciendo de<br />
ella ejercicio práctico del amor, sin el cual todo será “como bronce que<br />
suena o címbalo que retiñe” (1 Cor 13,1). Lo expresa el mismo Benedicto<br />
XVI en la Introducción:” En mi primera encíclica deseo hablar del amor,<br />
del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás...<br />
Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales, para suscitar<br />
en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana<br />
1. Cf. R. NAVARRO VALLS, profesor de la Universidad Complutense, en declaraciones<br />
al diario El Mundo.<br />
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