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16341.Boletin Iesus Caritas 159

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muerto. Puedes imaginarte la película que pasó por mi mente en unos pocos<br />

segundos: escenas de lo vivido, las idas y venidas al médico sin resultado, tu<br />

miedo, tu ternura, tus lágrimas, tu rabia, tu mirada, tus manos peleonas, tu<br />

caminar decidido, tu corazón ansioso de amor, tu destreza para ir a vender<br />

al Rastro, mis torpezas, mi mal hacer, mis exigencias… Subí a tu casa destrozada.<br />

No podía, no quería verte ahí sin poderte decir ya nada más. Sentí<br />

en lo más hondo un grito subir de mis entrañas: ¡no llegué a tiempo!<br />

No podía hablar.<br />

No podía nada.<br />

No podía llorar.<br />

Lo pasé muy mal, ¿sabes?, y ahora estoy mejor, he necesitado tiempo y,<br />

sobre todo, me ha salvado algo que les ocurrió a dos hermanas y que el evangelio<br />

de san Juan nos lo relata. Ayer, cuando pude descubrir lo que les ocurrió<br />

que, por cierto, nada tiene que ver con lo nuestro, fue para mí una iluminación<br />

tan clara que hoy te puedo decir que he recobrado las ganas de seguir<br />

luchando, de seguir caminando con todos tus amigos que son los nuestros, de<br />

denunciar, de gritar que no hay derecho que la enfermedad mental no la traten<br />

como es debido en la salud pública. Hoy tengo fuerza, Salva, y, fíjate, te<br />

cuento lo sabroso de lo que me ha ocurrido: “A dos hermanas se les murió su<br />

hermano. Llamaron a Jesús cuando se puso mal para que lo curara, pero<br />

Jesús no llegó y su hermano murió. Cuando vino, una de las hermanas, que<br />

se llamaba Marta, le preguntó por qué no había acudido. En el fondo, ella<br />

gritaba como a lo largo de los siglos han gritado tantas personas protestando,<br />

clamando y hasta casi insultando a Dios, acusado de impuntual, de no estar<br />

cuando lo necesitamos. Jesús le interrogó por su fe en aquel momento de<br />

muerte, de incomprensión por su tardanza, de no estar a su lado en el dolor.<br />

‘Si crees, vivirá’. Ellas creyeron y parece que recobró la vida”.<br />

Hoy, testigo de que Jesús es la resurrección y la vida, y de que quien<br />

cree en él vivirá para siempre, me siento invitada a la danza de la vida, y<br />

puedo decirte convencida: “Dejad que sea Otro quien mida nuestros tiempos,<br />

ritmos y compases. Recordemos que Él siempre llega a tiempo, pero a<br />

su tiempo, no al nuestro, y que tendremos que ser pacientes y convertir<br />

nuestra prisa en espera y nuestra impaciencia en vigilancia”.<br />

Quiero acostumbrarme a su lenguaje: si decimos de alguien que “está<br />

muerto”, él dice “está dormido”. Deseo creer en la fuerza secreta de la compasión<br />

y de la insensata esperanza. Jesús llegó a destiempo, a hora tardía, cuando<br />

ya no lo necesitaban. Pero el que no llegó a tiempo para curar a su herma-<br />

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