Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

La piedra escrita
Desde el cocal de chinito Rojas, la isla, a veinte millas de costa
firme, es un punto en el iris; en La Boca —desembocadura del río
Neverí— se va notando a lo lejos un seno adolescente. Rumbo al
norte el seno va aumentando de edad, incluso calcáreamente. De
repente, del pecho, el seno salta y la isla sube a la cabeza y se vuelve
un sombrero regio de orégano y espinos. En los altos bordes de este
cogollo de piedra custodian plumas de distintos cantos y tamaños.
Incluso, el ave grande arrulla cuando en las gargantas de las noches
el viento canta sus apurados vuelos.
La quilla corta al mar en pedacitos de espuma, mientras las millas
abatidas detrás, van dando paso a un promontorio semejante a una
descomunal cabeza de delfín, que levanta una ostia, en el punto más
este; allí, soldada a un peñón, está la Piedra Escrita, un enorme disco
en cuyo centro el alba riega su barniz, con una extraña escritura
que no ha podido descifrarse. Nicomedes le rinde poético respeto
al extraño legado, en un Punto de Navegante, cuya letra dice:
La isla la ofrenda al sol
la luz es su vestidura
le llaman la Piedra Escrita
el viento le dio figura
la mar puso la tinta
el cielo la signatura
sabrá Dios qué pueblo de ayer
vino y puso la escritura.
Al pasar al frente, el ritual de rigor consiste en aflojar los nudos y
disminuir la velocidad y ponerse de pie, de frente a la Piedra, con
observación reverente.
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