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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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La Cruz de Ramón Florecido<br />

Apenas se escucha el ruido de un motor, muchos corren al embarcadero<br />

para saber de quién se trata; ya han sido varias las carreras<br />

que han dado Marcolina, Guillermina, Josefa Contreras y el manco<br />

Vicente, quien tarda más en llegar, pues en vez de pies trajo espuelas.<br />

En su desesperación, tal vez influenciada por la radionovela de la<br />

mañana que dramatiza la vida de Santa Rita de Cassia, Guillermina<br />

ofrece la promesa de ir a Italia, al santuario de la beata, a pagar el<br />

milagro de salvar a su hermano Cipriano y sus acompañantes. El<br />

manco Vicente —que por algo trajo los pies volteados— mientras<br />

lee “La Esfera” acostado en un chinchorro, sintiéndose agredido,<br />

replica chauvinistamente: “Tú sí tienes coraje; ofreces ir a Italia a<br />

pagá una promesa a un santo extranjero. ¡Qué bolas! habiendo<br />

tantos santos venezolanos buenos. Ofrécele esa promesa a José<br />

Gregorio Hernández, a la Virgen der Valle, la Cruz ‘e Ramón Florecido,<br />

el Ánima de Taguapire; gasta esos reales aquí, chica”. Era en<br />

los sesenta, manera de pensar.<br />

En las riberas, el sol entre las palmas vuelve la luz madrigales,<br />

mientras el viento musita, desde las gargantas <strong>del</strong> cocal, celestiales<br />

melodías y arrullos corales; una ovación de frondas festeja en las<br />

orillas…<br />

Apenas avizoró la tribuna congestionada de brazos en que los<br />

hermanos de proximidad y seres afines de agua, habían convertido<br />

la alta orilla, Francisco Trébol, como una “Y”, sobre la quilla, unía<br />

su regocijo al pecho de la diestra margen. El Neverí se redujo a un<br />

rosario de pedacitos de remanso cristalino que descienden de los<br />

ojos. Gritos de amor, ansias de poner el cuerpo sobre el aire, la voz<br />

de par en par, besos que se estiran hasta más allá de los botes,<br />

conatos de saltar al agua, agudas palabras en manadas, cruces que<br />

persignan y bendicen los pectorales de la brisa, el embarcadero es<br />

un promontorio efervescente, a unos cuatro metros sobre el nivel<br />

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