Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

hallacas y el dulce de lechosa el 24 y 31 de diciembre, y para el cuajao,
en Semana Santa. Se pone morado el miércoles santo con quienes
pagan promesa al Nazareno, ese día. Es auditorio para Velorios de
Cruz de Mayo y velación de difuntos. La mejor plegaria que se eleva
a Dios, es el convite, pues a menudo, cuando las circunstancias lo
requieren, si se trata de ayudar a construir una habitación, pintar o
arreglar una casa, estopar, enmasillar y pintar un bote, componer
pescado, se acuerda un sancocho ‘e pescao; de modo que cada familia
aporta algo diferente y el solar se convierte, por la magia del
amor fraterno, en una bandeja de brazos.
Siempre su olor es exquisito: Huele a paz, a pecho; sabe a arroz con
coco, a chivato, pira y dulce de ciruelas, que junto con la mazamorra
de maya, son las mejores alegrías de Carmelita, las esmeradas
costuras de Carmen García, los posibles de Celestina. Entre los
frutos manuales de quienes están sembrados ahí, se cuentan las
alpargatas, dulce y carato de mango, las hojaldas, la estregadura,
el majarete, tequiche, gofios y harina y carato de maíz con papelón;
cachapas y bollos de maíz tierno, jojotos asados o sancochados y
arepas gordas y grandes.
La Esencia del Solar es dar; es decir, entregar con alegría. Apenas la
tarde vuela hacia el ocaso, se recuestan las sillas de cuero a las paredes
y comienzan las narraciones de muertos, tesoros y temporales.
Con los radios y telenovelas, la pesca de arrastre, el llanero solitario,
rin tin tin, vinieron también los bloques, el alambre de púas,
los ramos espinosos para dividir los patios. Cada quien pasó a ser
cada quien y el ego comenzó a sustituir nuestra ancestral esencia:
¡El solar! El alma de la margen derecha, viniendo desde La Boca,
quedó herida, a punto del E.P.D., el apellido irremediable.
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