Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

Crónica de una carcajada
En adelante sólo dos sílabas entretejidas en un largo collar atonal,
se aglomeran en el nudo de su cuello atoradamente enrojecido,
donde convergen simultáneamente la tos, el esgarre, las gárgaras,
conatos de vómito, la asfixia y el atascamiento del aire, y hasta se
toma la libertad de convocar al eructo, el orín, con el gas y el sólido
fecal —por supuesto— Una garganta así es un corno callejero, un
trombón de esquinas o una tuba de templetes, en huelga, amotinado,
anárquico, excluido; una especie de avenida sin semáforo al
medio día. Una hilera interminable que se escapa así, sin reglas,
sin pautas, ni guiones, ni libretos, ni software, ni planos, incluso sin
permiso de uno. Uno no sabe si desear en lo más fondo de nuestro
profundo, una garganta, un cuello, unos bronquios y hasta un enfisema,
con la nicotina tapizando los pulmones y cobrándole peaje, a
la forma más inesperada de celebrar. Un muerto de carcajadas debe
ser un muerto ilustre. Es el más armonioso, anárquico y sabroso de
los ruidos naturalmente humanos.
Es hasta un gozo peligroso que lo induce a uno irreverentemente a
ver los cielos con los ojos coloradamente brotados, en actitud de
arrepentimiento al revés, dejando entrever un perdón que se voltea.
La carcajada, sin duda, es una enfermedad indispensable, un bien
infecto-contagioso que hace los semblantes silvestres, aborígenes,
cimarrones y que, afortunadamente, no disocian. ¡Qué bello sería
parecerse a una carcajada, a una descarga involuntaria de cúmulos
reprimidos de ímpetus!
Ahogándose en carcajadas una persona es un infante, presenciando
las funciones de un circo, entrada libre. Una risotada en caravana es
una alegría con “A” mayúscula; lo que más se parece a un mecer de
manglares. Es una transición entre la condición solar y lunar; entre
lo humano y lo angélico. Un grito grave, enmochado e invertido. Es
una meta a la cual le da uno culillo llegar. Una trajeada desnudez:
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