Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui
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solo. —¡tráeme a Paula!—, fue el saludo. Le respondió con la prisa<br />
al ir en busca de la robusta mujer, que al cabo de unos veinte<br />
minutos, al lado <strong>del</strong> chinchorro, camisón de rosas rojas, como la<br />
que le había dejado la enorme raya en el centro <strong>del</strong> pie, ruge frente<br />
a él —¡Uuuunnnhhhh!—, mientras asienta con la cabeza, como<br />
diciéndole:”Yo sabía que talde o temprano me tendrías que llamál”.<br />
La voz truena, e imponente ordena: “¡Saca la pata!”; le desenvuelve<br />
la venda con poca <strong>del</strong>icadeza, hasta develar la berenjena que es el<br />
pie. —No hombre, chico; eso no es nada. Si te hubieras dejao poné<br />
la untura ya esa pata tuviera güena—, comenta Paula a Cipriano, que<br />
se debate entre acceder o renunciar al milagroso unto. Levanta el<br />
camisón, introduce el revólver, que son el índice y el anular juntos,<br />
de una mano que parece de púmaro y los introduce en otra berenjena<br />
con forma de almohada, que es la vulva de una humanidad de<br />
ciento y déle kilos. Con menos <strong>del</strong>icadeza aún aplica el unto sobre<br />
la lesión, una y otra vez, con pasmosa indiferencia, a la par que el<br />
enfermo se debate entre el asco, el dolor, el asombro, la angustia de<br />
no ser lastimado; ante el olor y el tamaño de la fuente curativa. “Yas<br />
tá”, dijo Paula; esta es, Cipriano, la grasa que afloja to los tolnillos,<br />
reía, mientras aplicaba el milagroso bálsamo. Dedos van y dedos<br />
vienen. “Esto cura la picá de alacrán, araña, la mancadura ‘e bagre,<br />
chupare y hasta el odio cura esto, compai, ¡ja, ja, ja!” —proseguía<br />
la imponente mujer—. “El secreto es hacelo con alegría, como debe<br />
sel; ¡ja, ja, ja! “. En una playa se convertía su garganta cuando,<br />
desde más adentro que más nada, la risa eructaba su estruendo de<br />
alegría.”A Francisco Maltinez lo moldió un cascabel en EL Arenal y<br />
la mujel le aplicó el unto y hasta se amansó. Tú sabes que ese es<br />
otro león”. Al concluir su curetaje, completó: “Yas tá. No te vayas<br />
a poné la venda”. Cipriano no encontraba qué hacer con el pie, si<br />
dejarlo pegado de la pierna o lanzarlo lejos de él…<br />
“Mañana vengo como a esta hora hasta que te cures”.<br />
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