Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui
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sonrisa: La proeza en simbiosis con el asombro. Pocas veces ambos<br />
han estado mejor fusionados. Entonces el palpitar emergía de lo<br />
profundo, impregnado con mascadura de tabaco y la fuerza de un<br />
veredicto inapelable, cuya firmeza designa un pez: “Carite” “Catalana”,<br />
“Cabaña”, “Dorado”, “Zapatero”, “Jurel”…<br />
Los pescadores luego preparaban sus aperos, según el caso, para ir<br />
por el dictamen breve y firme de Nicomedes. Y era así…<br />
Los pocos que osaban inquirir cómo hacía el anciano para saber lo<br />
que traía la mar, corrían el riesgo de sentir el nueve de mangle sobre<br />
sus espaldas o no merecer el privilegio de su proximidad. A costa de<br />
las conservas y caramelos de coco y el tabaco de mascar, lo primero<br />
que el longevo pescador buscaba en la caja que le llevaba, fue como<br />
Cipriano logró merecer el tesoro de su confesión. Éste, una vez lo<br />
esperó al pie <strong>del</strong> camino de los chivos, caramelos y conservas de coco<br />
más tabaco de mascar, en mano, le extendió la otra para ayudarlo<br />
a bajar, y hecho el pendejo, inquirió: “—Viejo ¿Cómo sabes lo que<br />
trae la mar?—”; y Nicomedes respondió margariteñamente: “—Por<br />
el buchón, mijo—”.<br />
Y al oído de Cipriano llegó, entre otras confidencias, que según el<br />
silbido de la gaviota rey, que es la primera que echa a volar para<br />
avisar desde la lejanía al resto de la manada el pez que en cardumen<br />
se aproxima a la isla, sabía Nicomedes lo que traía la mar. Nada más<br />
y nada menos que cuarenta y más años desentrañando el canto <strong>del</strong><br />
ave —el buchón— en la soledad de sal, viento, plumas y chivos; de<br />
hinchado y endurecido azul que es La Borracha. Así lo confesó el<br />
arrugado y viviente faro.<br />
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