Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

San Celestino ronda la plaza
El l3 de junio, día de San Antonio, a las 6 AM, tres toques abren la
mañana. Con el sol entran Nicomedes y el ruido de las bisagras; el
amasijo de arrugas, de estirado tiempo, ríe y abraza. Las lágrimas de
un anciano son una lluvia de mayo y tantas arrugas cuando ríen, son
un suelo arado donde el verde se fertiliza. Las manos se explayan
sobre el ardor de la espalda; un plácido ardor para Cipriano. “Vengo
a decite, mijo”, sentencia, “que vienen tiempos malos. Compra maíz,
papelón, vitualla; sala bastante pescao y guarda mucha leña, porque
vienen tiempos malos pa’ tierra firme. Te devolvió la mar, pero quién
sabe si lo que viene te deje con vida”. El corazón anduvo más, y con
su prisa refrendó las longevas palabras. Se salvó de la mar y ahora,
a punto de naufragar su mente. “¿Qué va a pasar?”, se preguntaba
incesantemente; “Por allá tuvieron unos musius que olían a tabaco
‘e pipa, con unos encamburaos del gobierno. Me preguntaron cosas
de la Piedra, mijo. La gente ya no encuentra de qué ocupase, compai”,
concluyó el anciano, con la palabra preocupada y lenta. Hasta
el 17 sería una incógnita andante. Compró suficientemente lo que
aconsejó Nicomedes, más los cocos maduros para chocarlos en el
solar, con su compadre Luis Germán Lander, la mañana del 24 día
de San Juan, tal como han venido festejando los últimos 20 años.
Mientras hace las compras, escucha el comentario que toma cuerpo
en el mercado, según el cual, ancianas que viven en los alrededores
de la plaza Boyacá han visto, a altas horas de la noche, a San Celestino
salir de la catedral, un signo de mal presagio para Barcelona.
El Santo salió —aseguran—, cuando entró Boves a la ciudad; antes
de que ocurriese la Toma de la Casa Fuerte y el martes de Semana
Santa, antes de que ocurriese la mortandad del Jueves Santo, en
1932. Cipriano borda la verdad con el hilo de las interrogantes; sobre
todo la mayor, la que ha advertido Nicomedes.
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