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HANNAH ARENDT - Prisa Revistas

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EL MUNDO<br />

REFLEJADO EN LOS MEDIOS<br />

En las discusiones sobre los medios se<br />

dedica demasiada atención a los problemas<br />

técnicos, a las leyes del mercado,<br />

a la competencia, a las innovaciones y a<br />

la audiencia, y muy poca a los aspectos humanos.<br />

No soy un teórico de los medios, sino<br />

un periodista, un escritor que, desde<br />

hace más de cuarenta años, me dedico a<br />

recoger y elaborar información, pero también<br />

a consumirla. Ahora quiero compartir<br />

las conclusiones a las que he llegado después<br />

de una experiencia tan larga dentro de<br />

los medios.<br />

Mi primera conclusión se relaciona con<br />

las proporciones. La afirmación bastante<br />

generalizada de que “toda la humanidad”<br />

vive pendiente de lo que hacen o dicen los<br />

medios, es una exageración. Incluso cuando<br />

hay acontecimientos como la inauguración<br />

de los Juegos Olímpicos, que suelen<br />

ser vistos por 2.000 millones de personas,<br />

tenemos que admitir que esa cifra constituye<br />

solamente una tercera parte de la población<br />

del planeta. Otras transmisiones de<br />

la televisión sobre grandes acontecimientos<br />

suelen ser vistas por un 10% o un 20% de<br />

los habitantes de la Tierra. Se trata de masas<br />

humanas enormes, pero ni mucho menos<br />

de “toda la humanidad”. Y es que hay<br />

cientos de millones de seres que viven totalmente<br />

aislados de los medios o que entran<br />

en contacto con ellos sólo de Pascuas a<br />

Ramos. Últimamente me tocó vivir en muchos<br />

lugares de África a los que no llegan la<br />

televisión, la radio ni los periódicos. En<br />

Malaui hay sólo un diario y en la República<br />

de Liberia, dos, por cierto, muy malos,<br />

pero no hay televisión.<br />

Existen aún muchos países en el mundo<br />

en los que la televisión funciona solamente<br />

entre dos y cuatro horas al día. En<br />

muchas grandes extensiones de Asia –por<br />

ejemplo, en Siberia, Kazajistán y Mongolia–<br />

hay emisoras de televisión, pero los<br />

equipos que la gente tiene hacen imposible<br />

la recepción de sus programas. Recuerdo<br />

RYSZARD KAPUSCINSKI ´ ´<br />

que, en los tiempos de Leonid Bréznev, en<br />

grandes áreas de Siberia no se interferían los<br />

programas emitidos por las radios occidentales,<br />

porque, por falta de receptores, nadie<br />

podía escucharlos. En una palabra, gran<br />

parte de la humanidad vive aislada de los<br />

medios y no tiene que preocuparse de que<br />

éstos traten de manipularla o de que sus hijos<br />

sean mal educados por las teleseries saturadas<br />

de violencia.<br />

En muchas partes, sobre todo en los<br />

países de África y de América Latina, la televisión<br />

tiene como única función divertir,<br />

y de ahí que los televisores estén instalados,<br />

ante todo, en los bares, restaurantes<br />

y mesones. La gente suele ir al bar a tomar<br />

una copa y a mirar de reojo la televisión. A<br />

nadie se le ocurre exigir de ese medio que<br />

sea serio, informe o eduque. Nadie espera<br />

de él que ofrezca una interpretación del<br />

mundo que le rodea, como nosotros tampoco<br />

esperamos semejante cosa de una función<br />

de circo.<br />

Vender bien<br />

La gran revolución electrónica, la que se<br />

ha producido en la esfera de la técnica y de<br />

la cultura, es un fenómeno reciente, de los<br />

últimos 30 o 40 años. Su primera gran consecuencia<br />

ha sido el cambio sufrido por el<br />

entorno del periodista. Recuerdo la primera<br />

conferencia de jefes de Estado de África.<br />

Se celebró en 1963 en Addis Abeba. Para<br />

cubrirla, llegaron periodistas del mundo<br />

entero. Nos reunimos, así, unos doscientos<br />

enviados especiales y corresponsales de los<br />

grandes diarios europeos, agencias de prensa<br />

y cadenas de radio. También había entre<br />

nosotros varios equipos que rodaban para<br />

las crónicas cinematográficas, pero no recuerdo<br />

que hubiese un solo equipo de televisión.<br />

Todos nos conocíamos, sabíamos lo<br />

que hacía cada uno y éramos incluso amigos.<br />

Había auténticos maestros de la pluma<br />

y verdaderos expertos en distintas cuestiones<br />

y en determinados países y continentes.<br />

Hoy me parece que aquella fue la última<br />

gran reunión de los reporteros del mundo, el<br />

cierre de una época en la que el periodismo<br />

había sido tratado como una profesión para<br />

maestros, como una noble vocación a la<br />

que la persona se entregaba plenamente,<br />

para toda la vida.<br />

Desde aquel momento todo empezó a<br />

cambiar. Hoy la recopilación y el suministro<br />

de información es una ocupación que<br />

practican miles y miles de personas. Se han<br />

multiplicado las escuelas de periodismo,<br />

que gradúan año tras año a miles de nuevos<br />

ejecutores de esa profesión. Pero hay una<br />

gran diferencia. Antes, el periodismo era<br />

una misión, una carrera anhelada. Hoy, son<br />

muchas las personas que trabajan en el periodismo<br />

pero que no lo hacen porque se<br />

identifiquen con la profesión y hayan ligado<br />

a ella su vida y ambiciones. La tratan como<br />

una ocupación más, que en cualquier<br />

momento pueden abandonar para dedicarse<br />

a otra. El periodista de hoy puede trabajar<br />

mañana en una agencia de publicidad y<br />

ser pasado mañana corredor de Bolsa.<br />

La revolución electrónica ha provocado<br />

una multiplicación de los medios, desconocida<br />

hasta ahora en la historia. Pero, además<br />

del progreso técnico, ¿qué otras consecuencias<br />

ha tenido esa explosión? La principal<br />

ha sido el descubrimiento de que la<br />

información es una mercancía cuya venta y<br />

distribución pueden reportar grandes beneficios.<br />

En el pasado, el valor de la información<br />

estaba asociado a procesos como<br />

la búsqueda de la verdad. Era también entendida<br />

como un arma que facilitaba la lucha<br />

política, la lucha por la influencia y el<br />

poder. Recuerdo cómo en los tiempos del<br />

comunismo los estudiantes quemaban en<br />

las calles ejemplares de los diarios comunistas<br />

y gritaban a coro: “¡La prensa miente!”.<br />

Hoy todo ha cambiado. El valor de la<br />

información se mide por el interés que puede<br />

despertar. Lo más importante es que la<br />

información pueda ser vendida. Por verda-<br />

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 92

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