HANNAH ARENDT - Prisa Revistas
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El mito de la enfermedad mental<br />
Thomas Szasz<br />
Círculo de Lectores,<br />
Barcelona, 1999<br />
Tras pasar largo tiempo<br />
descatalogada, acaba de<br />
reeditarse El mito de la<br />
enfermedad mental (1961),<br />
ópera prima de Thomas Szasz<br />
y partida de nacimiento para<br />
la corriente antipsiquiátrica.<br />
Aunque buena parte de su<br />
contenido merece recordarse<br />
ahora, cuando han pasado<br />
prácticamente cuatro décadas<br />
de densa historia universal, no<br />
me centraré en su análisis<br />
–ejemplar y quizá definitivo–<br />
de la histeria, sino en su aspiración<br />
de “plantear una ética<br />
igualitaria, democrática”, que<br />
sostenga posiciones de “mayor<br />
dignidad y autorresponsabilidad”.<br />
¿Cómo podría definirse<br />
algo semejante?<br />
Sin vacilaciones, Szasz<br />
propone investigar por qué<br />
“las reglas del juego de la vida<br />
deben definirse de modo que<br />
quienes son débiles, o se hallan<br />
incapacitados o enfermos,<br />
deban recibir ayuda”. Una<br />
manera de empezar a enfocarlo<br />
es exhumando la filosofía<br />
de Spencer, tal como se expone<br />
en El hombre contra el Estado.<br />
En contraste con los precociales,<br />
los animales altriciales<br />
o de desarrollo lento<br />
otorgan a su prole servicios<br />
que están en razón inversa de<br />
su capacidad, si bien eso sucede<br />
en el “régimen familiar”,<br />
mientras subsiste en todo momento<br />
lo contrario, representado<br />
por el “régimen de los<br />
adultos de la especie”. Oigamos<br />
al propio Spencer:<br />
“Durante todo el resto de su vida,<br />
el adulto recibe beneficios proporcionales<br />
a sus méritos (…). Si los<br />
beneficios fuesen proporcionales a su<br />
inferioridad, favoreciéndose la multiplicación<br />
de los inferiores y entorpeciéndose<br />
la de los mejor dotados, la<br />
especie degeneraría progresivamente.<br />
El hecho elocuentísimo es que los<br />
procedimientos de la naturaleza son<br />
diametralmente opuestos dentro y<br />
fuera del grupo familiar, y que la intrusión<br />
de cualquiera de ellos en la<br />
esfera del otro sería fatal para la especie,<br />
bien en el periodo inmediato o<br />
en el futuro”.<br />
Puede oponerse –y Szasz<br />
lo hace– que la animalidad<br />
humana es singular, no admitiendo<br />
comparaciones directas<br />
con otras especies. Sin embargo,<br />
es evidente que en nuestras<br />
sociedades el “régimen familiar”<br />
no se limita a menores<br />
y otros minusválidos físicos.<br />
Ya sea porque los psicoterapeutas<br />
otorgan liberalmente<br />
diagnósticos de enfermedad<br />
mental, o por motivos adicionales,<br />
el juego social básico<br />
entre adultos –el trabajo, que<br />
reparte los merecimientos– sólo<br />
compromete a algunos,<br />
mientras otros rehúsan participar<br />
en él. ¿Por qué toleran<br />
algunas sociedades humanas<br />
ese pasivo? ¿Acaso están caracterizadas<br />
por la generosidad<br />
gratuita, por el sistemático<br />
desprendimiento? En la nuestra,<br />
por ejemplo, ¿acaso es<br />
costumbre regalar al prójimo<br />
dinero o prestigio? ¿Acaso cada<br />
familia y grupo verifica periódicos<br />
repartos de los bienes<br />
acumulados, como sucede en<br />
el potlach de pueblos recolectores-cazadores?Evidentemente,<br />
no. Al contrario, se observa<br />
una implacable lucha por los<br />
medios de vida, dentro de una<br />
estructura competitiva que<br />
PSICOLOGÍA<br />
DISFRACES DE LA COACCIÓN<br />
ANTONIO ESCOHOTADO<br />
exige constantes tributos laborales.<br />
Rara vez, si alguna, ha<br />
sido más categórico el principio<br />
antiguo: tanto tienes, tanto<br />
vales. Con todo, esa exigencia<br />
de rendimiento se reparte<br />
también de modo desigual,<br />
como si además de ella estuviese<br />
vigente lo opuesto, y ese<br />
opuesto fuera lo idóneo.<br />
1.<br />
En efecto, la religión judeocristiana<br />
“fomenta la incapacidad<br />
y la enfermedad”. Su Dios<br />
ama a los sumisos, a los pobres<br />
de espíritu, a los débiles,<br />
a los necesitados, a los cobardes,<br />
a los impotentes. A la inversa,<br />
el éxito en la vida, la independencia,<br />
la salud, la fuerza<br />
de espíritu, el arrojo, la<br />
potencia sexual y los demás<br />
ingredientes de la alegría resultan<br />
sospechosos. Quienes<br />
posean esas cualidades positivas<br />
no sólo no tendrán premio en<br />
el cielo, sino que en la Tierra<br />
habrán de servir a los poseedores<br />
de cualidades opuestas, negativas.<br />
No en vano, hallamos<br />
en los evangelios observaciones<br />
como ésta: “Porque hay eunucos<br />
que nacieron así del vientre<br />
de su madre, y hay eunucos<br />
que fueron hechos tales<br />
por mano de los hombres, y<br />
hay eunucos que se hicieron a<br />
sí mismos por causa del reino<br />
de los cielos; el que sea capaz<br />
de hacer esto, hágalo” (Mateo,<br />
19, 12).<br />
Según Szasz, la “maniobra<br />
masoquista” de temer la felicidad<br />
en general consagra una<br />
“psicología de esclavo”, donde<br />
los individuos –y con buenos<br />
motivos– “se abstienen de expresar<br />
su satisfacción por temor<br />
a que el peso de su carga<br />
aumente”. La diferencia se halla<br />
en la manera de jugar el<br />
juego primario, la capacitación<br />
laboral.<br />
“Aunque el esclavo no haya terminado<br />
su trabajo, podrá influir en<br />
su amo para que le conceda un respiro<br />
si muestra signos de inminente<br />
colapso (…). Manifestar signos de<br />
cansancio –prescindiendo de que<br />
sean auténticos o no– quizá produzca<br />
un sentimiento de fatiga o agotamiento<br />
en el actor. Creo que éste es<br />
el mecanismo responsable de la gran<br />
mayoría de los estados de fatiga crónica,<br />
antes llamados de ‘neurastenia’<br />
(…). Muchos pacientes de esta índole<br />
están inconscientemente ‘en huelga’<br />
contra personas de quienes dependen.<br />
En contraste con el esclavo,<br />
el hombre fija sus propios límites, y<br />
trabaja hasta concluir satisfactoriamente<br />
su tarea. Entonces puede disfrutar<br />
de los resultados”.<br />
Dios –y también el rey, el<br />
padre, el médico, el director<br />
espiritual, el comisario, etcétera–<br />
se mostrará tanto más exigente<br />
y punitivo cuanto menos<br />
pasivo e incompetente sea<br />
el individuo, pues “complácese<br />
Jehová en los que le temen<br />
y esperan de su misericordia”<br />
(Salmos, 147, 10-11).<br />
La pregunta a hacerse es<br />
qué consecuencias tienen semejantes<br />
reglas cuando son<br />
asumidas por adultos no minusválidos.<br />
Según Szasz, apenas<br />
es conjeturable la medida<br />
en que:<br />
1. Reducen la confianza<br />
de hombres y mujeres en sí<br />
mismos.<br />
2. Fomentan su dependencia<br />
e imprevisión.<br />
3. Estimulan la hipocresía.<br />
4. Sugieren servirse de la<br />
propia incompetencia para coaccionar<br />
a otros, prolongando<br />
indefinidamente situaciones<br />
artificiales de parasitismo.<br />
72 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 92