HANNAH ARENDT - Prisa Revistas
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DISFRACES DE LA COACCIÓN<br />
zas inmateriales rigiendo una<br />
materia inerte o pura masa,<br />
con arreglo a trayectorias lineales,<br />
regulares y reversibles–,<br />
pues en vez de esa construcción<br />
nos vemos devueltos a un<br />
mundo propiamente físico,<br />
donde la realidad descartada<br />
por caótica –lo fractal, bifurcado,<br />
irreversible– emerge como<br />
imprevisto aunque manifiesto<br />
factor estructurante, verdadera<br />
y única fuente de orden e invención<br />
en la naturaleza.<br />
Aquello que Szasz llama “mucho<br />
más que un cambio de reglas”<br />
se identifica finalmente<br />
con una ética (médica, social,<br />
política) basada en la reciprocidad.<br />
En otras palabras, ni<br />
reino de los fuertes sobre los<br />
débiles ni la inversa, sino una<br />
“igualdad humana universal<br />
(de los derechos y las obligaciones,<br />
es decir, para participar<br />
en todos los juegos de<br />
acuerdo con la capacidad de<br />
cada uno)”.<br />
Este igualitarismo no sólo<br />
no está reñido con un respeto<br />
por la singularidad de cada<br />
persona o grupo, sino que parece<br />
ser el único punto de<br />
apoyo firme para una soberanía<br />
social e individual de la libre<br />
diferencia. Es en realidad<br />
una meritocracia, que continuamente<br />
dirime quién debe<br />
ayudar y quién ser ayudado,<br />
hora a hora y época a época.<br />
De ahí que su principal adversario<br />
esté en “los mitos religiosos,<br />
nacionales y profesionales”,<br />
cuyo rasgo genérico<br />
es fomentar la perpetuación<br />
de juegos infantiles exclusivistas,<br />
basados en “pautas de<br />
conducta mutuamente destructivas”.<br />
Su propósito es<br />
idealizar hagiográficamente a<br />
cierto grupo –aquel al que<br />
pertenece o querría pertenecer<br />
el individuo–, y sus consecuencias<br />
son unas pésimas relaciones<br />
con la verdad.<br />
Lo esencial es que el sujeto<br />
no puede decirse la verdad,<br />
pues ese lujo sólo pueden permitírselo<br />
quienes intervienen<br />
en el juego de la vida sin semejante<br />
rémora. De ello derivan<br />
las trampas, estafas y tea-<br />
tralizaciones del llamado enfermo<br />
mental, prototipo de<br />
existencia inauténtica. Lo auténtico<br />
–y aquí se cuela un retazo<br />
de pensamiento existencialista–<br />
es jugar por jugar, sabiendo<br />
que cada juego tiene<br />
sus reglas, y aceptando también<br />
que no vale jugar dos o<br />
más juegos al mismo tiempo<br />
ni observar las reglas de uno<br />
en otro.<br />
Neurólogos por formación<br />
y vocación, los fundadores<br />
de la psiquiatría creían<br />
que todos los llamados pacientes<br />
mentales eran “imitadores<br />
y farsantes”. Sus herederos<br />
prefieren creer que todos<br />
los imitadores y farsantes son<br />
enfermos. Mostrar las etapas<br />
de ese proceso, y su incoherencia<br />
radical, funda la antipsiquiatría<br />
como corriente.<br />
Gorki dijo: “La mentira es la<br />
religión de los esclavos y los<br />
amos”, definiendo con notable<br />
anticipación por qué los<br />
psiquiatras contemporáneos<br />
no admitirán ese elemento<br />
como causa y efecto de lo que<br />
sus pacientes son y hacen.<br />
Justamente porque no rompen<br />
el círculo vicioso del señorío<br />
y la servidumbre, llamarán<br />
“antihumanitaria” (y “antipsiquiátrica”)<br />
a la mera<br />
franqueza. La mentira se ignora<br />
o se considera otra cosa<br />
(amnesia, disociación…), en<br />
la misma medida en que el<br />
médico trata a los adultos como<br />
si fuesen niños, arrogándose<br />
el papel del pater familias<br />
romano. A eso contesta<br />
Szasz que él se ha limitado a<br />
reformular una de las primeras<br />
observaciones de Freud:<br />
“La hipocresía es un problema<br />
psiquiátrico esencial”.<br />
¿No será la mentira histérica<br />
–y no serán otras mentiras,<br />
como las conyugales– un<br />
intento de hacer predecible la<br />
comunicación, de jugar a controlar<br />
los movimientos del<br />
otro jugador, por supuesto haciendo<br />
trampa? Se miente por<br />
seguridad, y el mismo motivo<br />
hace que se admitan las mentiras.<br />
“Al decir una mentira, el<br />
mentiroso informa a su inter-<br />
locutor que le teme y desea<br />
complacerlo (…). Quien<br />
acepta la mentira informa al<br />
mentiroso de que también necesita<br />
mantener la relación”.<br />
Hay igualmente mentiras piadosas,<br />
mentiras por respeto, y<br />
un largo etcétera de excepciones<br />
a una abierta expresión de<br />
la verdad. Pero lo que distingue<br />
al mentiroso por enfermedad<br />
mental de todos los demás<br />
es una adhesión tan firme a la<br />
insinceridad que, aparentemente<br />
al menos, ni siquiera en<br />
su fuero interno reconoce estar<br />
mintiendo.<br />
Desde la vida misma como<br />
juego, su desdicha deriva<br />
de que esa última trampa desvirtúa<br />
el juego de raíz –en tanto<br />
que algo apoyado sobre<br />
“sentimientos de placer y esperanza,<br />
y una actitud de expectativa<br />
curiosa y estimulante”–,<br />
pues no sólo traslada el<br />
objetivo desde dentro (orientación<br />
hacia el dominio de<br />
cierta actividad) hacia fuera<br />
(coacción aplicada al resto de<br />
los jugadores), sino que borra<br />
el fin primario de participar,<br />
convirtiendo cada juego en algo<br />
absolutamente sometido al<br />
resultado. De ahí que la persona<br />
histérica se asemeje tanto al<br />
deportista profesional, cuya<br />
satisfacción no deriva de jugar<br />
bien y honestamente, sino de<br />
ganar a cualquier precio, cosa<br />
del todo imposible ya a medio<br />
plazo si no median toda suerte<br />
de fraudes.<br />
4.<br />
La tesis de Szasz –que la enfermedad<br />
mental es un mito, y<br />
que los psiquiatras no se enfrentan<br />
con patologías, sino<br />
con dilemas éticos, sociales y<br />
personales– supone redefinir<br />
valores. En vez de apoyar pautas<br />
de acción (“reglas de juego”)<br />
que fomentan la puerilidad<br />
y la dependencia, el psiquiatra<br />
debería basarse en<br />
aquellas que apoyan lo contrario:<br />
“Reglas que subrayan la<br />
necesidad de que el ser humano<br />
se esfuerce por alcanzar<br />
maestría, responsabilidad, autoconfianza<br />
y cooperación”.<br />
En definitiva, la clientela<br />
del psicoterapeuta está formada<br />
ante todo por individuos<br />
que no quieren renunciar a<br />
juegos aprendidos en fases<br />
tempranas de su vida, siguiendo<br />
un triple esquema de conflicto.<br />
Unos se aferran a las reglas<br />
antiguas, rebelándose<br />
contra los retos que plantea<br />
aprender las actuales; otros<br />
tratan de superponerlas, mezclando<br />
juegos mutuamente<br />
incompatibles, y otros se aferran<br />
al generalizado desengaño,<br />
“convencidos de que no<br />
existe ningún juego digno de<br />
ser jugado”. Esto último, añade<br />
Szasz, parece afectar singularmente<br />
al occidental contemporáneo.<br />
En efecto, el<br />
cambio se ha acelerado allí<br />
tanto que hasta los opulentos<br />
tienden a “compartir el problema<br />
del inmigrante”, obligado<br />
a reaprender casi todas<br />
sus pautas de vida por el hecho<br />
mismo de mudarse a otra<br />
civilización.<br />
“Se diría que el hombre moderno<br />
hace frente al problema de elegir<br />
entre dos alternativas básicas (…).<br />
Una es desesperarse a raíz de la utilidad<br />
perdida o el rápido deterioro de<br />
juegos penosamente aprendidos. La<br />
otra es responder al desafío de la incesante<br />
necesidad de aprender (…) y<br />
tratar de hacerlo satisfactoriamente”.<br />
Por otra parte, la alternativa<br />
está resuelta para quien<br />
tenga “el deseo sincero de<br />
cambiar”, porque elegirá el escepticismo<br />
ante toda suerte de<br />
maestros oscurantistas, representados<br />
paradigmáticamente<br />
por mitos religiosos, nacionales<br />
y psiquiátricos. Para cambiar<br />
es preciso aprender a<br />
aprender, y semejante cosa demanda<br />
una alta medida de flexibilidad.<br />
Esta conclusión retiene<br />
evidentes elementos de validez.<br />
El revival islámico y nacionalista,<br />
por no hablar del<br />
terapeutismo coactivo, siguen<br />
siendo formas de jugar torpe o<br />
tramposamente el destino de<br />
insondable libertad y comprensión<br />
aparejado a nuestra<br />
especie. Singularmente, lo<br />
mismo sucede con los males<br />
74 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 92