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HANNAH ARENDT - Prisa Revistas

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“What is the matter with the day?” said Wimsey. “Is<br />

the world coming to an end?”.<br />

“No”, said Parker, “it is the eclipse”.<br />

(Dorothy L. Sayers, Unnatural Death)<br />

Antes de intentar hablar de las singularidades<br />

de nuestro presente o<br />

de los cambios que podría traer el<br />

futuro, mencionemos al menos una constante<br />

del pasado que sigue perviviendo<br />

hoy y que sin duda durará tanto como<br />

nosotros mismos: la de que nada impresiona<br />

tanto a los humanos como sus propias<br />

convenciones.<br />

El hombre primitivo prefería enfrentarse<br />

a cualquier fiera antes que profanar<br />

la tierra sagrada donde enterraba a sus<br />

muertos; en el Japón clásico, cometer una<br />

torpeza involuntaria en el protocolo de<br />

una recepción podía desembocar en suicidio<br />

(no nos riamos, porque la guerra de<br />

Troya fue motivada por algo tan convencional<br />

como un adulterio); una falta de<br />

ortografía o una equivocación trivial en<br />

los tiempos verbales basta hoy para descalificar<br />

socialmente a cualquiera; en la época<br />

de Franco, la censura prohibía con fervor<br />

que una mujer blanca mostrase públicamente<br />

sus senos, aunque admitía que<br />

en documentales más o menos folclóricos<br />

apareciesen mujeres negras desnudas de<br />

cintura para arriba (si no me equivoco,<br />

Juan Pablo II también expulsa de la basílica<br />

de San Pedro a las mujeres demasiado<br />

escotadas pero bendice a las que con muy<br />

sucinta indumentaria le dan la bienvenida<br />

en sus visitas pastorales a África… para<br />

luego, eso sí, recomendarles no utilizar la<br />

píldora antibaby). Hay gente capaz de envenenar<br />

a su vecino pero que temblaría<br />

ante la posibilidad de eructar ruidosamente<br />

en un concierto de Mozart. Por no<br />

hablar de la convención fundamental de<br />

la modernidad, el dinero: individuos que<br />

poseen más de lo que podrían gastar en<br />

DE LAS CULTURAS<br />

A LA CIVILIZACIÓN<br />

FERNANDO SAVATER<br />

10 vidas se consideran felices si aumentan<br />

su capital y se ponen tristes si lo ven disminuir,<br />

por poco que sea…<br />

Las convenciones cronológicas despiertan<br />

especial inquietud. Incluso las personas<br />

con menos prejuicios hacen interiormente<br />

propósitos constructivos cada Año<br />

Nuevo o se sienten notablemente más ancianos<br />

el día que cumplen 50 años que la<br />

víspera. ¡Y ahora nos acercamos a un nuevo<br />

milenio! El año 1000 estuvo marcado<br />

por múltiples espantos prospectivos (la tesis<br />

doctoral de Ortega y Gasset versó precisamente<br />

sobre Los terrores del año 1000) y<br />

el 2000, aunque en tono menos apocalíptico,<br />

también va a llegar rodeado de profecías,<br />

sobresaltos, augurios de bienaventuranza<br />

o negros indicios decadentistas. Desde<br />

luego, parece que en esta ocasión hay<br />

más de espectáculo comercial (¡vender<br />

nuevo milenio es buen negocio!) que de<br />

teología en el asunto. Incluso hay más tecnología<br />

que otra cosa, lo cual no tiene nada<br />

de extraño puesto que la tecnología es<br />

hoy la heredera más directa de los fervores<br />

teológicos del ayer: el nuevo jinete del<br />

Apocalipsis es la alteración de los ordenadores<br />

por un cambio de dígitos para el que<br />

sus programadores no les habían preparado…<br />

Pero, sea como sea, la convención<br />

sigue imponiéndose y tres ceros en el calendario<br />

nos parecen un augurio más significativo<br />

o más inquietante, en cualquier caso<br />

más digno de atención, que el hecho ya sabido<br />

de que 1.300 millones de seres humanos<br />

intentan vivir hoy mismo con un ingreso<br />

inferior a un dólar diario. ¡Por lo visto<br />

no hay realidad capaz de emocionarnos<br />

tanto como las ilusiones normativas establecidas<br />

por nosotros mismos… tal como<br />

el niño que juega a disfrazarse de vampiro<br />

se asusta al verse casualmente en el espejo!<br />

Por tanto, reverenciemos otra vez la<br />

convención y sintámonos convencionalmente<br />

preocupados ante el cambio de milenio.<br />

La primera reflexión (y sin duda la<br />

más trivial) es que la convención misma<br />

no parece estar demasiado clara. ¿Debemos<br />

sentir la especial conmoción milenarista<br />

el 1 de enero del año 2000 o un año<br />

más tarde, al comenzar el año 2001? En<br />

un largo milenio, la verdad es que 365<br />

días no cuentan demasiado, pero en la vida<br />

de un ser humano no son magnitud<br />

desdeñable. Y no quisiera yo preocuparme<br />

con excesiva antelación o con tanto<br />

retraso… Como otras disputas meramente<br />

convencionales, la que enfrenta a los<br />

milenaristas del 2000 con los milenaristas<br />

del 2001 es a la vez apasionada e insoluble,<br />

según ha demostrado con erudición y<br />

humor Stephen Jay Gould en un libro<br />

(Millenium) dedicado al caso.<br />

Los partidarios del 2001 cuentan con<br />

los argumentos más doctos y con los abogados<br />

más insignes, de Rafael Sánchez<br />

Ferlosio a Arthur C. Clarke. Resulta por<br />

lo demás evidente que si uno tiene 1.000<br />

pesetas (mejor dicho: 1.000 euros) no se<br />

quedará del todo sin dinero cuando se haya<br />

gastado 999, sino cuando logre invertir<br />

las 1.000 unidades monetarias. Y comenzará<br />

a derrochar su segundo millar al gastarse<br />

la peseta (¡o el euro!) 1.001, la cifra<br />

predilecta de Sherezade. Pero no es tan fácil<br />

zanjar el asunto, porque, en cambio,<br />

los años de nuestra vida los vivimos a partir<br />

de cero, no a partir de uno. Nos sentimos<br />

abrumados por los 40 o los 50 el día<br />

que los cumplimos, no cuando ya han<br />

transcurrido y cumplimos 41 o 51. En las<br />

biografías es el cero el que marca la entrada<br />

en una nueva época. Y resulta que la<br />

convención de los siglos o los milenios<br />

tiene más que ver en nuestra imaginación<br />

con lo biográfico que con cualquier otro<br />

respetable aspecto de nuestro sistema de<br />

pesas y medidas. De modo que apuesto<br />

por la victoria final en el imaginario colectivo<br />

de los tres ceros del 2000. Creo<br />

que los partidarios del 2001 son mejores<br />

matemáticos pero peores psicólogos…<br />

4 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 92

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