HANNAH ARENDT - Prisa Revistas
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políticamente variable, que influye<br />
sobre la escritura en la misma<br />
medida que otras circunstancias<br />
del autor (como la pertenencia a<br />
un país o generación) y respecto a<br />
la cual cada autora adopta una<br />
actitud determinada (como los<br />
escritores españoles toman postura<br />
en sus obras respecto a España)?<br />
No parece muy aventurado<br />
presumir que, con algunas excepciones<br />
11 , simplemente no se han<br />
parado a pensar en el asunto, limitándose<br />
a dar por buena la definición<br />
tradicional más rancia.<br />
3. Cuando un crítico afirma<br />
el carácter “femenino/de-sobrepara-mujeres”<br />
de una obra, en el<br />
90% de los casos dicha afirmación<br />
implica o introduce un juicio<br />
peyorativo. Véase si no: “tópicos”,<br />
“decaer”, “efusiones y delirios”,<br />
“obvia y cornucopística”,<br />
“fácil y complaciente”, “estereotipos<br />
y clichés”, “repetitiva y obsesiva”,<br />
“sentimentalismo y cursilería”…<br />
Por lo visto, todo el<br />
mundo está de acuerdo en que<br />
hay defectos literarios típicamente<br />
femeninos. No parece haber<br />
en cambio, qué curioso, ni<br />
defectos masculinos ni cualidades<br />
femeninas.<br />
Tampoco hay cualidades típicamente<br />
masculinas, pues ya se<br />
sabe que son universales, y quizá<br />
la explicación de que lo femenino<br />
sea visto siempre como defectuoso<br />
es precisamente que para la<br />
mentalidad patriarcal la feminidad<br />
es eso: carencia, defecto. No<br />
otra cosa parece pensar la autora<br />
11 Quiero citar especialmente a R.<br />
Buenaventura, J. Marín, C. Ortega, G.<br />
Gullón y E. Lago, entre otros, que en sus<br />
críticas no temen abordar abiertamente,<br />
con inteligencia y sin paternalismos, la<br />
cuestión que nos ocupa.<br />
Nº 92 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
(sí, una mujer) de esa crítica, que<br />
comentando una obra representativa,<br />
según ella, del “tipo de novela<br />
escrita normalmente por<br />
mujeres”, la describe en negativo:<br />
“no plantea… ni refleja… ni se<br />
detiene… ni construye…”.<br />
Pero el mejor ejemplo (confesaré<br />
que es la perla de mi colección)<br />
de la actitud reinante<br />
nos lo da el siguiente artículo<br />
aparecido en El Mundo:<br />
“Lara debe de tener una encuesta de<br />
nombres conocidos por el gran público y<br />
aplica el baremo, la cuota de pantalla y<br />
suma el resultado al perfil de novela que<br />
dicen gusta en sociedad, sobre todo en el<br />
ámbito femenino –las damas leen más–,<br />
según el cual el relato ha de ser delicado,<br />
con encaje, intimismo, sentimiento, cursilería,<br />
mucho atardecer, lluvia tras los<br />
cristales y una depresión de caballo, y ya<br />
tenemos el retrato robot del autor premiado.<br />
(…) La fuerza, la buena literatura,<br />
la cruda realidad, la vida misma, ya no<br />
se lleva en la literatura de los premios.<br />
(…) Como si la literatura fuera un bálsamo<br />
o plumero para quitar el polvo a las<br />
marujas de clase media” 12 .<br />
Se divide la literatura en dos<br />
mitades. Una, la caracterizada<br />
por rasgos tradicionalmente<br />
Ana Martía Matute<br />
masculinos (“fuerza”, “crudeza”),<br />
que, sin embargo, no se califica<br />
de masculina sino de “buena literatura”:<br />
masculino = universal =<br />
bueno. Otra, la destinada a las<br />
mujeres (“gusta […] en el ámbito<br />
femenino”) y que es lo contrario<br />
de “buena”: femenino =<br />
12 A. Pavón: ‘El planeta de los simios’,<br />
El Mundo, 17-10-1996.<br />
particular = malo. Magistral.<br />
¿Literatura (de verdad)<br />
o literatura de mujeres?<br />
La ecuación, cuando se hace explícita,<br />
es como sigue: la literatura<br />
que se vende es la que gusta<br />
al gran público; el gran público<br />
no entiende; por tanto, la<br />
literatura que más se vende es<br />
mala; las mujeres forman el<br />
grueso del gran público; ergo la<br />
literatura que gusta a las mujeres<br />
es mala. En mi opinión, los críticos<br />
que así razonan confunden<br />
varias cosas. Vamos por partes.<br />
De entrada, confunden el<br />
gran público, que evidentemente<br />
es profano en literatura y cuyo<br />
juicio no es garantía de calidad<br />
(aunque desde que apareció el<br />
fenómeno llamado best seller culto<br />
las cosas ya no están tan claras),<br />
con el público formado por<br />
las mujeres. Se sabe, por distintas<br />
encuestas, que las mujeres leen<br />
más, sobre todo narrativa, pero<br />
también se sabe que son amplia<br />
mayoría en las carreras de letras;<br />
de todo lo cual puede deducirse<br />
que son mujeres la mayoría de<br />
lectores de toda literatura: de la<br />
novela rosa a las colecciones de<br />
clásicos (y también, dicho sea de<br />
paso, de esos suplementos y revistas<br />
culturales que tan generosamente<br />
las insultan). Y si se<br />
puede argumentar que existe<br />
una relación causa-efecto (por el<br />
bajo nivel educativo) entre gran<br />
público y mala literatura, no se<br />
ve en cambio cómo podría explicarse<br />
una presunta relación<br />
causal entre público femenino y<br />
mala literatura.<br />
Se da una segunda confusión.<br />
Por una parte, es evidente<br />
que las mujeres sienten un especial<br />
interés por las novelas de<br />
y sobre mujeres, por los mismos<br />
motivos que un lector barcelo-<br />
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