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HANNAH ARENDT - Prisa Revistas

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EL DISLATE COMO MÉTODO<br />

“habrá un momento en que el<br />

Sol real, con su verdadero número de<br />

neutrinos, cerrará las bocas de los discrepantes<br />

y les obligará a aceptar los<br />

hechos, cualesquiera que sean las cualidades<br />

literarias de sus artículos”,<br />

opina Latour que el Sol<br />

juega un modesto papel al respecto,<br />

hasta el punto de que si<br />

éste fuera decisivo, entonces<br />

los sociólogos de la ciencia no<br />

tendrían mucho que decir.<br />

Afortunadamente, en su opinión,<br />

lo que realmente importa<br />

para entender el final de la<br />

controversia es seguir las negociaciones<br />

entre científicos, sus<br />

alianzas y los recursos de que<br />

disponen. Ahí habrá de encontrarse<br />

la razón de que el número<br />

de neutrinos procedentes<br />

del Sol sea uno u otro, no en lo<br />

que esté ocurriendo realmente<br />

en el interior de nuestra estrella<br />

de referencia.<br />

Otro ejemplo de esta última<br />

confusión entre hecho y la<br />

creencia de ese hecho está íntimamente<br />

relacionado, como<br />

no podía ser de otro modo,<br />

con la noción de lo políticamente<br />

correcto, tan extendida<br />

en las universidades norteamericanas.<br />

Existe un consenso<br />

científico, digamos ordinario,<br />

acerca de la procedencia de las<br />

poblaciones nativas de América.<br />

A partir de evidencias paleontológicas<br />

y arqueológicas, se<br />

estima que los primeros pobladores<br />

del continente americano<br />

atravesaron el estrecho de Bering,<br />

procedentes de Asia hace<br />

unos 10.000 a 20.000 años.<br />

Pero la creencia de los nativos<br />

americanos es que siempre vivieron<br />

allí, emergiendo directamente<br />

sobre la tierra desde el<br />

subterráneo mundo de los espíritus.<br />

Está claro que, desde el<br />

punto de vista de los hechos,<br />

las dos explicaciones no pueden<br />

ser simultáneamente<br />

correctas. La que yo llamaría<br />

explicación mítica puede ser<br />

perfectamente útil o válida como<br />

creencia que cumple un<br />

papel en la integración social<br />

de una determinada población.<br />

Ser respetuoso con esa creencia<br />

no implica, sin embargo, tener<br />

que considerarla, desde el pun-<br />

to de vista del conocimiento de<br />

lo que realmente sucedió, en el<br />

mismo plano que la explicación<br />

basada en los indicios arqueológicos,<br />

como a veces se<br />

hace. Debatir sobre el origen<br />

de las poblaciones humanas en<br />

el continente americano e intentar<br />

dilucidar su historia remota<br />

no implica menospreciar<br />

a los nativos, como tampoco la<br />

renuncia a aplicar criterios de<br />

veracidad a las creencias de alguien<br />

equivale a respetarle<br />

más. Por lo demás, como Sokal<br />

y Bricmont argumentan:<br />

“Después de todo, para apoyar<br />

las reclamaciones territoriales de los<br />

indígenas americanos, ¿es realmente<br />

importante saber si éstos han permanecido<br />

en Norteamérica siempre o sólo<br />

10.000 años?”.<br />

Una cosa no tiene relación<br />

con la otra y no hay excusa racional<br />

para una tal confusión.<br />

Más aún, alentarla conduce, a<br />

la larga, a la indefensión de<br />

quien se ve privado de argumentación<br />

racional y se acostumbra<br />

a aceptar, como genuina<br />

descripción de los hechos y<br />

sus causas, afirmaciones que<br />

pueden ser convenientes o respetables<br />

como relatos míticos<br />

pero que nada tienen que ver<br />

con la realidad.<br />

Estas confusiones tienen<br />

efectos devastadores sobre el<br />

rigor en el razonamiento y la<br />

honestidad intelectual de profesores<br />

e investigadores en numerosas<br />

disciplinas. Y es que el<br />

escepticismo radical que subyace<br />

a estas teorías contiene<br />

siempre, según Bertrand Russell,<br />

“un elemento de frívola<br />

insinceridad” 6 . Es evidente que<br />

la relación entre el mundo físico<br />

y nuestros sentidos o nuestros<br />

instrumentos es compleja<br />

e indirecta; y que el conocimiento<br />

sólo puede derivarse de<br />

las observaciones a través de un<br />

proceso de mediación en el<br />

que entran factores teóricos y<br />

experimentales que no siempre<br />

6 Bertrand Russell: Human Knowledge,<br />

Its Scope and Limits. George Allen<br />

and Unwin Ldt, 1948.<br />

son fáciles de dilucidar. Y que,<br />

de un mismo dato empírico,<br />

pueden, a veces, deducirse cosas<br />

diferentes, aunque el paso<br />

del tiempo y la acumulación<br />

de nuevos datos van descartando<br />

alternativas. El proceso de<br />

aprendizaje en las ciencias de la<br />

naturaleza no se ajusta, pues, a<br />

un ingenuo esquema lineal. Pero<br />

es también evidente que las<br />

teorías científicas no se imponen<br />

sólo por la fuerza política<br />

de sus defensores, sino porque,<br />

a la larga, describen y nos permiten<br />

entender mejor la evidencia<br />

experimental. Salvo<br />

contadas excepciones, los científicos<br />

de la naturaleza son, por<br />

el momento, bastante inmunes<br />

a este tipo de modas; proceden<br />

en la suposición de que existe<br />

un mundo objetivo externo a<br />

nuestras mentes, que es posible<br />

conocer, al menos en parte<br />

y siempre tentativamente, mediante<br />

la elaboración de hipótesis<br />

y su contraste con la<br />

experimentación. Pero en disciplinas<br />

de humanidades y<br />

ciencias sociales, el relativismo<br />

epistémico se ha difundido hasta<br />

el punto de que Eric Hobsbawn<br />

ha tenido que llamar la<br />

atención sobre<br />

“el crecimiento de las modas intelectuales<br />

‘posmodernas’ en las universidades<br />

occidentales, sobre todo en<br />

los departamentos de literatura y antropología,<br />

que hacen que todos los<br />

‘hechos’ que aspiran a una existencia<br />

objetiva sean, simplemente, construcciones<br />

intelectuales. Resumiendo,<br />

que no existe ninguna diferencia clara<br />

entre los hechos y la ficción. Pero en<br />

realidad la hay y, para los historiadores,<br />

incluidos los antipositivistas más<br />

acérrimos de entre todos nosotros, es<br />

absolutamente esencial poder distinguirlos”.<br />

Sokal y Bricmont analizan<br />

y rebaten en Imposturas intelectuales<br />

la argumentación básica<br />

de esta escuela de pensamiento,<br />

pero se preguntan, además, sobre<br />

las causas de que estos puntos<br />

de vista, ligados desde antiguo<br />

al más añejo idealismo, pasen<br />

hoy en ciertos círculos<br />

académicos por la quintaesencia<br />

del progresismo. Justamente<br />

esa posición ideológica de que<br />

cualquier concepción, o des-<br />

cripción, del mundo es igualmente<br />

válida desde el punto de<br />

vista intelectual, y que sólo importa<br />

el poder que se tenga para<br />

imponerla, es el enemigo clásico<br />

de la izquierda tradicional,<br />

que ha defendido siempre que<br />

la investigación de la verdad<br />

puede llegar a desvelar, siquiera<br />

sea parcialmente y en aproximaciones<br />

sucesivas, las relaciones<br />

de causa y efecto en el<br />

mundo que nos rodea. Ahora<br />

bien, ese relativismo radical,<br />

tan de moda hoy, no podía estar<br />

ausente, y no lo está, en la<br />

argumentación de los autores<br />

examinados en el libro. Puede<br />

encontrarse en multitud de pasajes<br />

la negación de una realidad<br />

externa y la consideración<br />

de la ciencia como mera negociación<br />

o acuerdo entre científicos,<br />

con la particularidad que<br />

dichas nociones se entremezclan<br />

alegremente con la utilización<br />

pomposa de términos<br />

científicos para dar impresión<br />

de profundidad.<br />

Cuenta Sokal que una conferencia<br />

celebrada en la Universidad<br />

de California en Santa<br />

Cruz, en la que se debatía este<br />

tipo de problemas y en la que<br />

él mismo participó, se anunciaba<br />

con el siguiente terrorífico<br />

mensaje: “Un espectro recorre<br />

la vida intelectual de Estados<br />

Unidos: el espectro del conservadurismo<br />

de izquierdas”, es decir,<br />

el conservadurismo de gentes<br />

como Sokal y otros. Allí se<br />

les hizo una crítica, expresada<br />

en términos de la jerga a la<br />

moda, por su oposición al “trabajo<br />

teórico de los antifundacionalistas<br />

(es decir, de los posmodernos)”,<br />

y por –horror de<br />

horrores– su “intento de llegar<br />

a construir un consenso basado<br />

en la noción de lo real”. En<br />

una frase que es más bien un<br />

desahogo, Sokal declara:<br />

“Confieso que soy un viejo izquierdista<br />

impenitente que nunca ha<br />

entendido cómo se supone que la deconstrucción<br />

podría ayudar a la clase<br />

obrera. Y soy también un viejo científico<br />

pesado que cree, ingenuamente,<br />

que existe un mundo externo, que<br />

existen verdades objetivas sobre el<br />

mundo y que mi misión es descubrir<br />

alguna de ellas. (Si la ciencia no fue-<br />

50 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 92

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