HANNAH ARENDT - Prisa Revistas
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Ahora bien, un analista político tan<br />
exquisitamente dotado como Rawls, aparte<br />
de persuadirnos de incluir en la Constitución<br />
ciertos fines sociales, nos ha prevenido<br />
también sobre la necesidad de ser<br />
modestos en lo que hace a su alcance.<br />
Querer avanzar demasiados pasos hacia<br />
una mayor justicia social, por ejemplo,<br />
erizará en torno nuestro un número cada<br />
vez mayor de efectos contraproducentes.<br />
La imputación de falta de direccionalidad<br />
en la vida pública es también desencaminadora.<br />
Después de las tenebrosas<br />
experiencias del totalitarismo nazi o soviético,<br />
deberíamos haber quedado ya todos<br />
vacunados contra la deseabilidad de<br />
una sociedad de fines o teleocrática, y preferir<br />
en su lugar una más modesta sociedad<br />
de normas o nomocrática, pues esta<br />
última es la única que permite a los individuos<br />
ir en pos de los fines que personalmente<br />
consideren más estimables, sin otra<br />
restricción que la atinencia a las normas<br />
compartidas 17 . En una sociedad nomocrática,<br />
la dirección que tomen las vicisitudes<br />
sociales será, en lo fundamental, la<br />
resultante inintencionada de la suma de<br />
una compleja multiplicidad de vectores<br />
desiderativos individuales. Que la escena<br />
pública no esté poblada de objetivos sociales<br />
que requieran perentoriamente la<br />
contribución de los ciudadanos es lo que<br />
deja a éstos en franquía, como particulares,<br />
para ocuparse de sus negocios privados.<br />
Lejos de ser un pasivo social, como<br />
algunos despistados piensan, esta ausencia<br />
de un proyecto de nación es la auténtica<br />
huella dactilar de las sociedades abiertas.<br />
Lo impredecible y errático del rumbo<br />
social en estas circunstancias es lo que desespera<br />
a tantos intelectuales –republicanos<br />
incluidos– que, lejos del propósito de<br />
enmienda ante pasados descalabros, continúan<br />
teniendo ideas muy claras sobre lo<br />
que sería una buena marcha de los asuntos<br />
públicos, y pretenden –¡el búho de<br />
17 Hablé de la distinción entre sociedad de<br />
fines/sociedad de normas en mi artículo Hayek, Tolstói<br />
y la batalla de Borodino, CLAVES DE RAZÓN<br />
PRÁCTICA, núm. 13, págs. 50-56, junio de 1991.<br />
Víctor Pérez Díaz también se manifiesta en favor de<br />
“un orden nomocrático y no teleocrático”, en Elogio<br />
de la universidad liberal, CLAVES DE RAZÓN<br />
PRÁCTICA, núm. 63, págs. 2-9, junio de 1996; pág.<br />
6. Las expresiones “nomocrático” y “teleocrático” son<br />
empleadas por Hayek en Law, Legislation and Liberty,<br />
vol. 2, pág. 15. Routledge, Londres, 1982, que a su<br />
vez atribuye la paternidad de la distinción a Michael<br />
Oakeshott. El mismo Rawls afirma que “una… diferencia<br />
básica entre una sociedad democrática bien ordenada<br />
y una asociación es que una sociedad tal no<br />
tiene fines y objetivos de la manera en que los tienen<br />
las personas o las asociaciones” (Political liberalism,<br />
cit., pág. 41).<br />
Nº 92 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA<br />
Minerva nos coja confesados!– que la realización<br />
de sus más empedernidos anhelos<br />
es la base de cualquier regeneración política<br />
en profundidad. Me es muy grato<br />
constatar que Salvador Giner, a la vez que<br />
repudia estas motivaciones, ve en ellas<br />
una de las formas latentes de degeneración<br />
del republicanismo:<br />
“Una sociedad de ciudadanos plenamente virtuosos<br />
no sólo sería farisaica y ultrapuritana, sino<br />
que conduciría a la postre a la imposición violenta<br />
de la virtud. Los terrores virtuosos de Robespierre<br />
y de Stalin… bastan ya para ver en qué para la cosa”<br />
(pág. 7).<br />
El sistema inmunitario de<br />
la democracia liberal<br />
Las características del diseño constitucional<br />
de una democracia liberal contribuyen<br />
decisivamente al buen funcionamiento<br />
de su sistema inmunitario. Facilitan la<br />
fragmentación del conglomerado político<br />
(tanto en horizontal como en vertical) y<br />
la vigilancia recíproca de las partes. También<br />
colocan límites al ejercicio del poder<br />
político en su conjunto; límites que, por<br />
una parte, protegen al ciudadano de intrusiones<br />
ilegítimas en su esfera privada, y<br />
que, por otra, le facultan para deshacerse<br />
de los gobernantes que gestionan mal los<br />
recursos públicos. Conscientes de que<br />
los políticos en el poder quedan expuestos<br />
frente a los ciudadanos en los periodos de<br />
reelección, los grupos de oposición intensifican<br />
su lucha contra la mala memoria<br />
de los ciudadanos y les recuerdan con tenacidad<br />
los incumplimientos más flagran-<br />
JUAN ANTONIO RIVERA<br />
tes del programa electoral que en su día<br />
enarboló el actual equipo gobernante.<br />
El papel de la prensa, y de los medios<br />
de información en general, como cuarto<br />
poder, es crucial. En este cuarto poder se<br />
encuentran los intermediarios que informan<br />
a los ciudadanos de los entresijos del<br />
poder político. En especial, los periodistas<br />
(que se cuentan entre los leucocitos más<br />
activos del sistema inmunitario de la democracia)<br />
están interesados en destapar escándalos<br />
políticos, pues no necesitan que<br />
nadie les explique que eso aumenta las tiradas<br />
de los rotativos. Sin esta labor de información,<br />
los gobernantes se moverían<br />
mucho más a sus anchas en las densas<br />
opacidades de un poder inescrutado. La<br />
función ilustradora del público acerca de<br />
lo que sucede en los recintos de poder es<br />
tanto más importante cuanto mayor sea<br />
el grado de corporativismo que, en ciertos<br />
asuntos, manifiesten los partidos políticos<br />
con independencia de su signo. Javier<br />
Pradera menciona en concreto los casos<br />
de ilegalidad en los procedimientos de financiación<br />
que salpicaban a la mayoría de<br />
los partidos, y el pacto tácito de silencio<br />
que éstos mantenían sobre tal asunto innombrable,<br />
en la época de los gobiernos<br />
socialistas. Pacto que se vino abajo merced,<br />
en buena medida, a las “auditorías”<br />
de cuentas que espontáneamente practicaron<br />
diversos medios de comunicación:<br />
“Esa recuperación de la prensa de su papel autónomo<br />
frente a la política se produce siempre que<br />
el funcionamiento de las instituciones representativas<br />
queda bloqueado o dificultado por la connivencia<br />
de todos (o casi todos) los partidos en una<br />
estrategia de ocultación o silencio (…) Sin la contribución<br />
de los medios de comunicación, la mayoría<br />
de los escándalos del periodo habrían quedado<br />
sofocados” 18 .<br />
Los jueces, muchas veces puestos sobre<br />
la pista de la corrupción política por<br />
los insomnes sabuesos de la prensa, están<br />
investidos de poder para instruir expedientes,<br />
enjuiciar y, si procede, castigar<br />
los desmanes de los políticos profesionales.<br />
Los ciudadanos, consumidores de escándalos<br />
públicos a través de la diligente<br />
labor de la prensa escrita, la radio o la televisión,<br />
gozan por su parte del privilegio<br />
de la indignación moral: pueden proyectar<br />
sobre sus representantes las mezquindades<br />
y flaquezas de las que ellos se suponen<br />
ufanamente exentos.<br />
18 Pradera, J.: Jeringas, agendas y silencios. El poder<br />
de los medios de comunicación, CLAVES DE RAZÓN<br />
PRÁCTICA, núm. 32, págs. 48-55, pág. 54, mayo de<br />
1993.<br />
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