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epoca cismática - Autores Catolicos

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HAGIOGRAFÍA<br />

La Eucaristía como sacrificio indica la condición moral<br />

de la vida humana como tal a los ojos de Dios.<br />

Y por eso la santidad consiste en la ofrenda<br />

absoluta de la vida.<br />

Tomás Moro había usado el silencio mientras no se<br />

dañase con él a nadie. Una vez que ya se ve condenado,<br />

a pesar del peligro que corría por cuanto la muerte, si<br />

no se le endulzaba la muerte, era precisamente de una<br />

muerte mucho más dura: arrastrado por los caballos<br />

antes de ser degollado. Pues a pesar de eso una vez<br />

condenado no dejó de decir lo que debía<br />

“No cabe duda de que una vez más tuvo que superar<br />

dentro de sí el atque del miedo de la criatura. Pero ya<br />

no había otra salida: ni de la muerte, ni de la verdad.<br />

Había podido callar mientra el silencio no hería o<br />

dañaba a nadie, sino que hacía más que confirmar un<br />

derecho humano irrenunciable, y además le protegía a él<br />

mismo de las última consecuencias. Pero ahora que<br />

habían desaparecido todas estas razones, su obligación<br />

era hablar, para que el derecho y la verdad no quedasen<br />

oscurecidos ante los contemporáneos y las futuras<br />

generaciones. Por eso interrumpió al presuroso Lord<br />

Audeley, que se sentía absolutamente incómodo, con las<br />

palabras: “Señor Canciller, cuando yo aún era juez, se<br />

solía preguntar al inculpado, antes de imponerle el<br />

castigo, si existía alguna razón por la cual no debería<br />

ser condenado”. Audeley hizo una pausa y le preguntó si<br />

tenía algo que decir. “Puesto que veo –Sir Thomas- que<br />

estáis dispuesto a condenarme (Dios sabe cómo), quiero<br />

ahora, para desahogo de mi conciencia, exponer de<br />

manera clara y abierta mi opinión sobre la acusación y<br />

sobre Vuestro estatuto. La acusación se basa en una Ley<br />

del Parlamento que está en directa contradicción con<br />

las leyes de Dios y de su santa Iglesia, cuya suprema<br />

dirección –ya sea en su totalidad, ya en cada una de<br />

sus partes- no debe pretender arrogársela ningún<br />

soberano, por ninguna ley. Por derecho le corresponde a<br />

la Santa Sede en Roma, como un privilegio especial que<br />

nuestro propio Salvador, otorgó...”. (Peter Berglar:<br />

Tomás Moro, Palabra, pág. 379).<br />

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