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epoca cismática - Autores Catolicos

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HISTORIA<br />

La desolación de María Antonieta en el Temple cuando ya<br />

le han arrancado a su hijito.<br />

Stefan Zweig: María Antonieta, p. 366.<br />

“Largas son las horas y más sombríos parecen los<br />

enrejados recintos de la torre desde que ya no los<br />

ilumina la risa del niño. Ningún rumor, ninguna<br />

noticia, viene ahora de fuera; los últimos auxiliares<br />

han desaparecido, los amigos están ahora<br />

inalcanzablemente en lo remoto. Tres mujeres solitarias<br />

están allí reunidas un día tras otro: María Antonieta,<br />

su hijita y madame Elisabeth. No tienen ya hace mucho<br />

tiempo nada que decirse una a otra; han olvidado la<br />

esperanza y acaso también el temor. Aunque es primavera<br />

y ya llega el verano, apenas bajan todavía al pequeño<br />

jardín; una gran fatiga pesa sobre los miembros de sus<br />

cuerpos. En el semblante de la Reina hay algo que se<br />

apga también durante estas semanas de la prueba<br />

extrema. Si se contempla aquel retrato de María<br />

Antonieta que cualquier pintor desconocido hizo en este<br />

verano apenas se reconocería a la reina que feu de las<br />

comedias pastoriles, la divinidad rococó; apenas<br />

tampoco la mujer orgullosa, luchando majestusosamente<br />

erguida que todavía era María Antonieta en las<br />

Tullerías. La mujer de este desmañado cuadro,con sus<br />

tocas de viuda sobre los encanecidos cabellos –ha<br />

sufrido demasiado-, es a pesar de sus treinta y ocho<br />

años totalmente una vieja. El centelleo y vida de sus<br />

ojos, tan arrogantes en otro tiempo, se han apagado por<br />

completo: con manos indolentemente caídas, permanece<br />

sentada con el mayor cansancio, dispuesta ya a obedecer<br />

dócilmente y sin contradicción toda llamada, aunque sea<br />

la postrera. La gracia que había en su semblante ha<br />

cedido el puesto a un resignado duelo; su inquietud, a<br />

una gran indiferencia. Visto de lejos, tomaríase este<br />

retrato de María Antonieta por el de una priora, de una<br />

abadesa, de una mujer que no tiene ya ningún<br />

pensamiento terreno, ningún deseo en este mundo, que ya<br />

no vive en esta vida sino en otra. Ya no se encuentra<br />

belleza alguan, ni ánimos, ni fuerza; nada más una<br />

grande y paciente resignación. La Reina ha abdicado,la<br />

mujer ha renunciado; sólo hay allí una fatigada y<br />

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