Ver archivo en formato pdf - Ramona
Ver archivo en formato pdf - Ramona
Ver archivo en formato pdf - Ramona
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
54b.qxd 07/04/2006 03:56 p.m. PÆgina 56<br />
PAGINA 56 | CRITICAL ART ENSEMBLE<br />
Los hackers adolesc<strong>en</strong>tes trabajan desde las casas de sus padres o los<br />
dormitorios de las resid<strong>en</strong>cias para romper los sistemas de seguridad<br />
gubernam<strong>en</strong>tales y corporativos. Sus int<strong>en</strong>ciones son vagas. Algunos<br />
parec<strong>en</strong> saber que sus acciones ti<strong>en</strong><strong>en</strong> una naturaleza política. Como ha<br />
dicho el Dr. Crash: “Lo sepas o no, si eres un hacker, eres un revolucionario”.<br />
La cuestión es, ¿un revolucionario de qué causa? Tras empaparse<br />
de cuestiones de Phrack y navegar por Internet, no se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra<br />
m<strong>en</strong>ción más que a una causa: la del primer paso, acceso libre a la información.<br />
Cómo sería aplicada esta información no es discutido nunca.<br />
El problema de dejar que los niños actú<strong>en</strong> como vanguardia del activismo<br />
es que no han t<strong>en</strong>ido tiempo de desarrollar una s<strong>en</strong>sibilidad crítica<br />
que los guíe más allá de sus primeros <strong>en</strong>contronazos con lo político. De<br />
modo bastante irónico, ellos ti<strong>en</strong><strong>en</strong> la intelig<strong>en</strong>cia necesaria para advertir<br />
donde debe empezar la acción política si quiere ser efectiva, si<strong>en</strong>do<br />
este un logro que parece haber quedado fuera del alcance de los más<br />
sofisticados izquierdistas. Otro problema es su muy juv<strong>en</strong>il s<strong>en</strong>tido de la<br />
inmortalidad.<br />
De acuerdo con Bruce Sterling, su temeridad juv<strong>en</strong>il los hace más susceptibles<br />
de ser det<strong>en</strong>idos. Parte de estos jóv<strong>en</strong>es activistas -los Tres<br />
de Atlanta, por ejemplo- han recibido cond<strong>en</strong>as que debemos reconocerles<br />
calidad de presos políticos. Con tan sólo el cargo de “intrusión”<br />
<strong>en</strong> su contra, hay que considerar que <strong>en</strong>carcelarlos parece un tanto extremo,<br />
sin embargo cuando consideramos el valor del ord<strong>en</strong> y la propiedad<br />
privada <strong>en</strong> el ciberespacio, el más extremado de los castigos para<br />
los más pequeños crím<strong>en</strong>es resulta esperable.<br />
El aplicar una p<strong>en</strong>a fuerte a una of<strong>en</strong>sa mínima debe ser justificado de<br />
alguna forma. O bi<strong>en</strong> el sistema de represión debe ser ocultado al público,<br />
o bi<strong>en</strong> la falta cometida debe ser percibida por el público como un<br />
ataque terrible al ord<strong>en</strong> social. Actualm<strong>en</strong>te, la situación <strong>en</strong> relación al<br />
crim<strong>en</strong> y el ciberespacio parece neutral, y no hay un compromiso sólido<br />
por parte del estado <strong>en</strong> ninguno de los dos s<strong>en</strong>tidos arriba apuntados.<br />
La det<strong>en</strong>ción y cond<strong>en</strong>a de los hackers no sube a los titulares y sin embargo<br />
la alarma de los guardianes del ord<strong>en</strong> (y las bu<strong>en</strong>as costumbres)<br />
ha empezado a sonar.<br />
La Operación Sundevil, un conjunto de actuaciones llevadas a cabo <strong>en</strong><br />
1990 contra hackers por parte del Servicio Secreto y departam<strong>en</strong>tos de<br />
seguridad privada, recibió una at<strong>en</strong>ción mínima por parte de los medios.<br />
De otro modo hubiera acaso estimulado la actividad hacker al revelar<br />
abiertam<strong>en</strong>te el poder que se puede ganar a través del acceso “criminal”<br />
al ciberespacio. Desde el punto de vista del Estado, ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido, estratégicam<strong>en</strong>te,<br />
limitar las diversas am<strong>en</strong>azas de castigo a la tecnocracia,<br />
hasta que los disid<strong>en</strong>tes electrónicos puedan ser pres<strong>en</strong>tados al público<br />
como <strong>en</strong>carnaciones del mal, dedicadas a la destrucción de la civilización.<br />
Sin embargo, es difícil para el Estado señalar a un tecno-muchacho<br />
como “villano de la semana” al estilo de Noriega, Saddam Hussein,<br />
Gaddafi, Jomeini, o cualquier otro implicado <strong>en</strong> asuntos de drogas,<br />
desde usuarios a jefes de cartel.