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54b.qxd 07/04/2006 03:56 p.m. PÆgina 68<br />

PAGINA 68 | GORRIARENA EN SU LIBRO<br />

instalados <strong>en</strong> la expresión de emociones. El caso más claro es Llanto<br />

por Nadie (lo pres<strong>en</strong>tó al Premio Pueyrredón <strong>en</strong> San Isidro <strong>en</strong> 1982). Como<br />

explica Constantin, Gorriar<strong>en</strong>a toma una foto de Jimmy Carter (que<br />

no es de llanto sino de una gran conc<strong>en</strong>tración) y le pone un título que<br />

pone <strong>en</strong> disputa el s<strong>en</strong>tido de la imag<strong>en</strong>. Es la de un rostro muy viril quebrado.<br />

Ese llanto sin lágrimas es un llanto <strong>en</strong>contrado por el artista <strong>en</strong> el<br />

azar de la captación de un mom<strong>en</strong>to de debilidad del líder político. Y<br />

cuando uno mira la fecha, 1978, cuando <strong>en</strong> la Arg<strong>en</strong>tina los nadies que<br />

no se podían llorar eran ya dec<strong>en</strong>as de miles, la imag<strong>en</strong> cobra otra d<strong>en</strong>sidad<br />

dramática. La fotografía le sirve a Gorriar<strong>en</strong>a para activar <strong>en</strong> el espectador<br />

s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos prohibidos, obliterados por la mecánica del terrorismo<br />

de Estado y todas sus redes de complicidades. No había llantos<br />

visibles <strong>en</strong> ese año de euforia mundialística, de triunfalismo militar y<br />

una ola r<strong>en</strong>ovada de secuestros cuidadosam<strong>en</strong>te ocultados a la opinión<br />

pública.<br />

Del mismo modo, <strong>en</strong> 1982, otra vez la fotografía sirve al artista de punto<br />

de partida para componer un siniestro cuadro histórico, cuando los<br />

militares <strong>en</strong> el poder creyeron poder ingresar una página heroica <strong>en</strong> la<br />

historia nacional. Ese cuadro, paradójicam<strong>en</strong>te, ganó el Segundo Premio<br />

del Salón Belgrano <strong>en</strong> ese año.<br />

La carne ocupa un lugar c<strong>en</strong>tral <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a parte de la obra de Gorriar<strong>en</strong>a.<br />

Fueron pedazos desgarrados y sanguinol<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> obras como Frigorífico<br />

Latinoamericano. Son los cuerpos rotundos y temibles de los<br />

hombres del poder, son las carnes sucul<strong>en</strong>tas a veces, otras decrépitas,<br />

a m<strong>en</strong>udo frívolas y por mom<strong>en</strong>tos íntimas de las mujeres.<br />

Los cuerpos, la materialidad de los cuerpos mediada por la fotografía,<br />

están <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro mismo de la poética de Gorriar<strong>en</strong>a. Una poética viol<strong>en</strong>ta<br />

y mordaz. Esas imág<strong>en</strong>es ofrec<strong>en</strong> un com<strong>en</strong>tario distanciado, irónico<br />

y agudam<strong>en</strong>te visual de muchas de las “taras” de la política y la sociedad<br />

de su tiempo. Claro que lo que Gorriar<strong>en</strong>a activa <strong>en</strong> sus imág<strong>en</strong>es<br />

es estrictam<strong>en</strong>te visual. No hay relato <strong>en</strong> sus obras fuera de la imag<strong>en</strong>.<br />

Pero esas imág<strong>en</strong>es dic<strong>en</strong> muchísimas cosas, ofrec<strong>en</strong> matices y<br />

sesgos insospechados como pistas de despegue para la imaginación y<br />

las ideas, sobre todo al estar atravesadas por los títulos. Estos, contra<br />

lo que podría p<strong>en</strong>sarse, resultan importantes a la hora de p<strong>en</strong>sar la pintura<br />

de este artista. Gracias a ellos, la deliberada ambigüedad y opacidad<br />

que imprime a las imág<strong>en</strong>es adquiere una narratividad que restringe<br />

el juego nunca desinteresado de las formas y ori<strong>en</strong>ta la reflexión del<br />

espectador ante ellas.<br />

Constantin cita a otros artistas que también -<strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a dictadura- trabajaron<br />

metáforas y alusiones, que hoy nos resultan harto evid<strong>en</strong>tes, del<br />

profundo espanto del terrorismo de Estado <strong>en</strong> esos años: Norberto Gómez,<br />

Carlos Alonso, Heredia <strong>en</strong>tre ellos, pero -como señala el artista y<br />

corrobora el galerista Alberto Elía- <strong>en</strong>tonces pasaron inadvertidos, al<br />

m<strong>en</strong>os para los intereses represivos del poder. Esto provoca cierta per

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