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54b.qxd 07/04/2006 03:56 p.m. PÆgina 69<br />

plejidad. Resulta impactante por ejemplo que Para que el espíritu viva,<br />

una obra francam<strong>en</strong>te crítica e impactante <strong>en</strong> su viol<strong>en</strong>cia visual, haya<br />

obt<strong>en</strong>ido el tercer premio <strong>en</strong> el Salón Nacional <strong>en</strong> 1982. La carne sanguinol<strong>en</strong>ta<br />

del sacrificio humano <strong>en</strong>tre los dos personajes siniestros sumaba,<br />

a su alusión a las desapariciones, la refer<strong>en</strong>cia inmediata de los<br />

miles de jóv<strong>en</strong>es <strong>en</strong>viados a la muerte <strong>en</strong> Malvinas “para que el espíritu<br />

nacional no muriera”.<br />

“No hubo tanta represión <strong>en</strong> las artes plásticas”, señalan ellos, como la<br />

hubo <strong>en</strong> el teatro, el cine o la literatura. Tal vez por lo restringido de sus<br />

circuitos, tal vez porque existiera un cierto cons<strong>en</strong>so (se si puede hablar<br />

de cons<strong>en</strong>so) <strong>en</strong> términos de que, como dice Gorriar<strong>en</strong>a: “la pintura no<br />

puede aportar ni una gota al cambio”.<br />

¿Será así? Yo me atrevo a ponerlo <strong>en</strong> duda. Tal vez los cambios que<br />

puede producir una obra de arte sean imperceptibles, tal vez haya que<br />

rastrearlos sin la urg<strong>en</strong>cia de la inmediatez, <strong>en</strong> el poder de su persist<strong>en</strong>cia<br />

<strong>en</strong> la memoria, <strong>en</strong> su capacidad para ser atravesadas por nuevas miradas<br />

y nuevas palabras.<br />

Los cuerpos, carnales, rotundos, desde 1984 estarán <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de su<br />

sistemática repres<strong>en</strong>tación de los gestos del poder, de la banalidad, el<br />

imperio de las apari<strong>en</strong>cias y los juegos de seducción, que -interpreta<br />

Constantin- anuncian “los estragos que los años de represión dejaron<br />

<strong>en</strong>quistados <strong>en</strong> la clase media arg<strong>en</strong>tina”.<br />

Tal vez las fotos de las revistas (Time, pero se adivina también Caras,<br />

G<strong>en</strong>te, los diarios) le permit<strong>en</strong> tomar el pulso al clima visual de la época.<br />

Algo a lo que él se muestra extraordinariam<strong>en</strong>te s<strong>en</strong>sible y es capaz de<br />

transformar <strong>en</strong> inquietantes imág<strong>en</strong>es, grandes y coloridas, que llevan<br />

hasta sus últimas consecu<strong>en</strong>cias esa chispa de lo real que retuvo el medio<br />

mecánico así como esa intuición sintética de qui<strong>en</strong> produjo el recorte<br />

y la composición con su imagema (diría Coppola). La mirada del fotógrafo<br />

le sirve a Gorriar<strong>en</strong>a para tomar una doble distancia crítica.<br />

A continuación de estos <strong>en</strong>sayos, las autoras propon<strong>en</strong> un recorrido por<br />

la obra y la trayectoria de Gorriar<strong>en</strong>a que privilegia un doble recorrido,<br />

cronológico pero también id<strong>en</strong>tificando series iconográficas o nudos<br />

problemáticos que guiaron su producción y le otorgan un s<strong>en</strong>tido, una<br />

narrativa.<br />

En ese recorrido, <strong>en</strong> el despliegue deslumbrante de reproducciones muy<br />

cuidadas de su pintura, campea, triunfa, una s<strong>en</strong>sualidad desbordante.<br />

S<strong>en</strong>sualidad de los cuerpos (aun <strong>en</strong> los más grotescos, antipáticos o decad<strong>en</strong>tes),<br />

s<strong>en</strong>sualidad de las formas, de la materia y del color. S<strong>en</strong>sualidad,<br />

<strong>en</strong> última instancia, de la pintura, de cuya causa Gorriar<strong>en</strong>a se yergue<br />

como un campeón. La pintura aparece <strong>en</strong> él -como bi<strong>en</strong> lo indica el<br />

título de este libro- como un espacio vital, más allá o más acá de todos<br />

los decretos de muerte.<br />

GORRIARENA EN SU LIBRO | PAGINA 69

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