las obras de jonathan edwards volumen 1 - Iglesia Reformada
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hermosura divina; más pura que cualquier cosa sobre la tierra; y que todo lo<br />
<strong>de</strong>más era como un lodazal y suciedad en comparación con ella.<br />
La santidad, como escribí entonces en algunas <strong>de</strong> mis meditaciones sobre ella, se<br />
me imaginaba que era como <strong>de</strong> una naturaleza, dulce, agradable, encantadora,<br />
serena, pacífica; lo cual traía una difícil <strong>de</strong> explicar, pureza, brillantez, paz y<br />
éxtasis <strong>de</strong>l alma. En otras palabras, que hacía el alma como un campo o jardín<br />
<strong>de</strong> Dios, con toda c<strong>las</strong>e <strong>de</strong> flores agradables, disfrutando una dulce calma, y los<br />
suaves y vivificantes rayos <strong>de</strong>l sol. El alma <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro Cristiano, como<br />
escribí entonces mis meditaciones, me imaginaba que sería como una blanca<br />
florecita como <strong>las</strong> que vemos en la primavera, pequeña y humil<strong>de</strong> en el suelo,<br />
abriendo su corola para recibir los agradables rayos <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> gloria;<br />
regocijándose como si estuviera en un sereno arrobamiento; difundiendo alre<strong>de</strong>dor<br />
una dulce fragancia; permaneciendo pacífica y amorosamente, entre otras flores<br />
que la ro<strong>de</strong>an; <strong>de</strong> igual manera abriendo sus coro<strong>las</strong> para absorber la luz <strong>de</strong>l sol.<br />
No había parte alguna <strong>de</strong> la santidad <strong>de</strong> una criatura <strong>de</strong> la que yo tuviera tan<br />
gran<strong>de</strong> sensación <strong>de</strong> su belleza, como <strong>de</strong> su humildad, quebrantamiento <strong>de</strong><br />
corazón, y po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> espíritu, y no había nada más que yo anhelara más<br />
ardientemente. Mi corazón anhela fervientemente esto- disminuir <strong>de</strong> tal manera<br />
que no fuera nada, y que Dios fuera el todo, que yo fuera como un pequeño niño.<br />
“Mientras estuve en Nueva York, muchas veces fui afectado con reflexiones <strong>de</strong> mi<br />
vida pasada , consi<strong>de</strong>rando cuán tar<strong>de</strong> fue cuando yo comencé a ser<br />
verda<strong>de</strong>ramente religioso; y cuán perversamente había vivido hasta entonces; y<br />
tanto que lloraba abundantemente, y por un tiempo consi<strong>de</strong>rable.<br />
El 12 <strong>de</strong> Enero <strong>de</strong> 1723, yo hice una solemne <strong>de</strong>dicación <strong>de</strong> mi mismo a Dios y lo<br />
escribí, entregándome a Dios sin <strong>de</strong>jar nada <strong>de</strong> mí, para que en el futuro no me<br />
preocupara <strong>de</strong> mí mismo. Para actuar como alguien que no tiene <strong>de</strong>recho a si<br />
mismo, en cualquier aspecto. Y solemnemente juré tomar a Dios por mi total<br />
porción y felicidad, no mirando a nada más como parte <strong>de</strong> mi felicidad, ni actuar<br />
como si hubiere otra cosa. Y su ley como la constante regla <strong>de</strong> mi obediencia;<br />
comprometiéndome para luchar con toda mi fuerza contra el mundo, la carne, y el<br />
diablo, hasta el fin <strong>de</strong> mi vida. Pero tenía razón para ser infinitamente humil<strong>de</strong>,<br />
cuando consi<strong>de</strong>raba cuánto había yo fallado en cuanto a respon<strong>de</strong>r a mi<br />
obligación.<br />
Tuve entonces, abundancia <strong>de</strong> dulces conversaciones religiosas con la familia con<br />
la que vivía, con el Sr. John Smith y su piadosa madre. Mi corazón estaba unido<br />
con afecto con aquellos en los que hubiera apariencias <strong>de</strong> verda<strong>de</strong>ra piedad, y no<br />
podía soportar los pensamientos <strong>de</strong> cualesquiera otros compañeros, sino solo<br />
aquellos que eran santos, y discípulos <strong>de</strong>l bendito Jesús. Tenía gran<strong>de</strong>s anhelos<br />
por el advenimiento <strong>de</strong>l Reino <strong>de</strong> Cristo en el mundo. Y mis oraciones secretas<br />
solían ser, en gran parte, <strong>de</strong>jándome tomar en oración por ello. Si yo oía la menor<br />
insinuación <strong>de</strong> cualquier cosa que aconteciera en cualquier parte <strong>de</strong>l mundo, que<br />
se me figurara, en una u otra forma, tener un favorable aspecto <strong>de</strong> interés para el<br />
reino <strong>de</strong> Cristo, mi alma anhelantemente lo tomaba, y me animaba y refrescaba.<br />
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