las obras de jonathan edwards volumen 1 - Iglesia Reformada
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consi<strong>de</strong>rando que era ahí en don<strong>de</strong> mejor podría ella servir a Dios y a su<br />
generación, que eran los medios, para en esta forma <strong>de</strong>sarrollar su utilidad<br />
y felicidad. Como el era <strong>de</strong> una constitución débil y enfermiza, y era<br />
necesaria y peculiarmente exacto en su dieta, ella era una tierna enfermera<br />
para él, atendiéndolo alegremente en todo tiempo y proveyéndole todas <strong>las</strong><br />
cosas para su comodidad. Y ninguna persona con discernimiento, y<br />
conocedor <strong>de</strong> la familia, podría <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> observar y admirar la perfecta<br />
armonía y mutuo amor y estima que existía entre ellos. Al mismo tiempo,<br />
cuando ella misma trabajaba bajo <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes y dolores corporales ,lo cual<br />
no era poco frecuente, en lugar <strong>de</strong> preocupar a aquellos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ella<br />
con sus quejas o mostrando una agria o <strong>de</strong>sagradable apariencia, como si<br />
estuviera enojada con todos, y con todo lo que estaba alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> ella,<br />
como si ella fuera menospreciada y abandonada; por el contrario, ella<br />
estaba acostumbrada a soportarlo todo , no solamente con paciencia, sino<br />
que con alegría y buen humor.”<br />
Dedicada al estudio, así como el Señor Edwards, y a los <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> su<br />
profesión, era necesaria para el en todo tiempo, pero especialmente en una<br />
época como ésta, <strong>de</strong> múltiples fatigas y ansieda<strong>de</strong>s, para que él fuera<br />
relevado <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r todos los asuntos seculares. Y esta fue la más feliz<br />
circunstancia, que el pudo confiar <strong>de</strong> esa naturaleza al cuidado <strong>de</strong> la<br />
Señora Edwards, con toda seguridad y con indudable confianza. “Ella era la<br />
más juiciosa y fiel ama <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> una familia, habitalmente trabajadora,<br />
una economista sólida, administrando los asuntos <strong>de</strong> su hogar con<br />
diligencia y discreción. Ella era concienzudamente cuidadosa <strong>de</strong> que nada<br />
<strong>de</strong>bía <strong>de</strong>sperdiciarse o per<strong>de</strong>rse; y frecuentemente cuando ella misma<br />
cuidaba <strong>de</strong> ahorrar en cualquier cosa frívola , o instruía a sus hijos u a<br />
otras personas a hacerlo, o cuando ella los veía <strong>de</strong>sperdiciar cualquier<br />
cosa, ella les repetía <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong> nuestro Salvador: “QUE NADA SE<br />
PIERDA”; En estas palabras ella <strong>de</strong>cía que pensaba frecuentemente que<br />
era <strong>de</strong> gran valor el recordar<strong>las</strong>, especialmente cuando se consi<strong>de</strong>ran como<br />
la razón que dio Cristo <strong>de</strong> por qué or<strong>de</strong>nó a sus discípulos que reunieran<br />
todos los pedazos <strong>de</strong> pan que el acababa <strong>de</strong> multiplicar con una palabra.<br />
Ella tomó en sus manos casi la totalidad <strong>de</strong> la dirección <strong>de</strong> los asuntos<br />
temporales <strong>de</strong> la familia tanto fuera como <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa,<br />
administrándolos con gran sabiduría y pru<strong>de</strong>ncia así como con alegría; y en<br />
esto era particularmente a<strong>de</strong>cuada para aten<strong>de</strong>r el estado <strong>de</strong> salud <strong>de</strong> su<br />
esposo, así como sus hábitos y necesida<strong>de</strong>s, ya que él escogió no<br />
preocuparse, si fuera posible, <strong>de</strong> ningún asunto mundano.”<br />
Pero hay otros <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> una más tierna y difícil naturaleza, que nadie<br />
excepto un familiar pue<strong>de</strong> realizar a<strong>de</strong>cuadamente; y éstos eran un inefable<br />
privilegio para el Señor Edwards, ahora ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una joven y creciente<br />
familia, que cuando sus <strong>de</strong>beres para con su gente, especialmente en<br />
épocas como éstas, que necesariamente ocupaban toda su atención, el<br />
podía con toda seguridad, encargar sus niños a la sabiduría y piedad, amor<br />
y fi<strong>de</strong>lidad <strong>de</strong> su madre. Su visión <strong>de</strong> la responsabilidad <strong>de</strong> los padres era<br />
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