Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...
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el número <strong>de</strong> sus lectores, jamás he dado aún<br />
con uno con el talento <strong>de</strong> la exposición lúcida<br />
suficientemente <strong>de</strong>sarrollado para darme una<br />
versión coherente <strong>de</strong>l tema a que hacen referencia.<br />
Pero, se trata <strong>de</strong> libros, parte y porción <strong>de</strong> la<br />
humanidad, y como tales, en su creciente y hasta<br />
podríamos <strong>de</strong>cir hacinada multitud, merecen<br />
consi<strong>de</strong>ración, estima y compasión.<br />
En especial lo último. Se ha dicho, hace ya<br />
mucho, que también los libros tienen su sino.<br />
Así es; y muy semejante al que les cabe a las<br />
personas. Comparten con nosotros la gran incertidumbre<br />
<strong>de</strong> hacerse acreedores <strong>de</strong> ignominia<br />
o <strong>de</strong> gloria -<strong>de</strong> severa justicia y <strong>de</strong> inane persecución-,<br />
<strong>de</strong> calumnia y <strong>de</strong> incomprensión; también,<br />
<strong>de</strong> la vergüenza <strong>de</strong> un éxito inmerecido.<br />
Entre todos los objetos inanimados, entre todas<br />
las creaciones <strong>de</strong>l hombre, los libros son los que<br />
nos quedan más próximos, por contener nuestros<br />
pensamientos, nuestras ambiciones, nuestra<br />
indignación ocasional, nuestras ilusiones, nuestra<br />
fi<strong>de</strong>lidad a la verdad y nuestra persistente<br />
inclinación al error. Pero, sobre todo, se nos parecen<br />
en su precariedad. A un puente construido<br />
conforme a las reglas <strong>de</strong>l oficio le espera una<br />
<strong>Joseph</strong> <strong>Conrad</strong> a los cinco y a los seis años<br />
10<br />
ÍIBLiOTECAOE<br />
vida dilatada, honorable y útil. Sin embargo,<br />
un libro a su manera tan bueno como el puente<br />
pue<strong>de</strong> perecer oscuramente el mismo día <strong>de</strong> su<br />
nacimiento. El arte <strong>de</strong> su creador no basta para<br />
asegurarle más que un momento <strong>de</strong> vida. De<br />
los libros nacidos <strong>de</strong> la inquiemd, inspiración y<br />
vanidad <strong>de</strong> la mente humana, aquellos que más<br />
habrían agradado a las Musas están más amenazados<br />
<strong>de</strong>l peligro <strong>de</strong> una muerte prematura<br />
que los otros. En ocasiones son salvados por sus<br />
propios <strong>de</strong>fectos. Pue<strong>de</strong> que un libro grato <strong>de</strong> ver<br />
carezca, por usar <strong>de</strong> una expresión pingorotuda,<br />
<strong>de</strong> alma individual. Es obvio que un libro <strong>de</strong><br />
esta clase no pue<strong>de</strong> morir; a lo más, <strong>de</strong>shacerse<br />
en polvo. Pero, los mejores libros, cuyo sustento<br />
ha provenido <strong>de</strong> la simpatía y memoria <strong>de</strong> los<br />
hombres, han vivido constantemente al bor<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> la <strong>de</strong>strucción porque la memoria humana es<br />
frágil, y la simpatía, admitámoslo, una emoción<br />
sobremanera fluctuante, que no obe<strong>de</strong>ce a principios<br />
claros.<br />
No es posible hallar el secreto <strong>de</strong> la vida eterna<br />
para nuestros libros entre las fórmulas <strong>de</strong>l Arte,<br />
como tampoco hay panacea alguna <strong>de</strong>firütiva<br />
para nuestros cuerpos. Y no es porque algunos