Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...
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familiares y <strong>de</strong>más. Pero <strong>de</strong>scubrió algo muy diferente. El trato <strong>de</strong> la tía<br />
Meche<strong>de</strong>s con las flores, cuyos excelentes resultados se veían a diario en el<br />
jardín que cultivaba, le había servido <strong>de</strong> pretexto para platicarse a sí misma,<br />
sobre todo en las madrugadas, el memorial <strong>de</strong> su fracaso amatorio y quién<br />
sabe cuántos asuntos más <strong>de</strong> su perdida juventud.<br />
Cuando estuvo ya cercano el final <strong>de</strong> su vida, afirmaba con toda seriedad<br />
a Carlos junior, en quien había advertido el prurito <strong>de</strong> hacer la crónica familiar<br />
y, sobre todo, <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rla, que sólo las plantas conocían sus verda<strong>de</strong>ros<br />
secretos, sobre todo las hortensias porque, reiteraba con convicción<br />
-me fue revelado (condición mistérica impenetrable, que jamás pretendió<br />
averiguar el sobrino favorito) que estas flores saben oírnos y enten<strong>de</strong>rnos<br />
y distribuyen esos conocimientos entre todas sus florecitas, tan bien or<strong>de</strong>nadas.<br />
Por eso, aunque me quisieran traicionar no podrían hacerlo pues en<br />
medio <strong>de</strong> tantos pétalos se confundirían y les sería imposible or<strong>de</strong>nar su<br />
relato. Y es que, sonreía diciendo, las hortensias son muy chismosas, tanto<br />
o más que los claveles, pero <strong>de</strong> nada les sirve por lo que te digo, Carlín. Dios<br />
hace muy bien las cosas, m'ijito, y a estas flores las hizo rete curiosas y muy<br />
comunicativas y si las privó <strong>de</strong>l sentido <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, les exigió a cambio que<br />
lo respetaran tanto que no se atreven a romperlo nunca. Por eso no hablan,<br />
no porque no sepan (yo las he oído conversar en la madrugada, cuando<br />
creen que nadie las oye), sino porque no <strong>de</strong>ben. Por esta razón, que sólo a<br />
ti te confío, estoy perfeccionando una manera para enviarle malos <strong>de</strong>seos<br />
(ligeros, eso sí: sería incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>searle la muerte o algo por el estilo) a la<br />
Tencha Encinas, esa hipócrita que dizque me quería y me hizo un enorme<br />
daño. Por una magnífica coinci<strong>de</strong>ncia se llama Hortensia y esto favorece<br />
mis planes. Y es que estas flores maravillosas trasmiten lo que les or<strong>de</strong>nas,<br />
pero para po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>sbaratar algún maleficio hay que conocer su lenguaje,<br />
que es muy dificil... y eso no lo sabe la tal Tencha, que es muy tonta. Tengo<br />
pensado algo divertido, que remarque sus pocas luces, pero no te lo <strong>de</strong>bo<br />
<strong>de</strong>cir, Carlín, porque estas cosas no se <strong>de</strong>ben confiar a nadie o pier<strong>de</strong>n su<br />
efecto. Las rosas, en cambio, son las flores más hermosas, pero son <strong>de</strong>masiado<br />
altaneras para con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r a platicar conmigo.<br />
Años más tar<strong>de</strong>, cuando Carlín ftie a Sonora, oyó hablar burlonamente<br />
<strong>de</strong> las continuas san<strong>de</strong>ces con que salpimentaba su abundante conversación<br />
la Tencha Encinas... que, por estúpida, llegó a hacerse proverbial en todo el<br />
Estado... y respetó y amó más a la tía Meche<strong>de</strong>s, aunque con cierto resabio<br />
<strong>de</strong> temor supersticioso.