Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...
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mió, se levantaban chillones y altos en chorros<br />
discordantes <strong>de</strong> sonido que parecían escapar <strong>de</strong><br />
la tierra llevándose consigo la paz extendida<br />
bajo las estrellas.<br />
Los blancos durmieron mal. Creyeron haber<br />
oído disparos en la noche, pero no podrían <strong>de</strong>cir<br />
en qué dirección. Por la mañana Makola se<br />
fue y volvió al mediodía con uno <strong>de</strong> los visitantes<br />
<strong>de</strong> la víspera, y eludió todas las tentativas<br />
<strong>de</strong> Kayerts por trabar conversación, como<br />
si se hubiera vuelto sordo <strong>de</strong> repente. Kayerts<br />
se quedó pensativo, Carlier, que había estado<br />
pescando en la ribera, volvió y dijo mostrando<br />
su pesca:<br />
-Parece que los negros tienen ganas <strong>de</strong> alborotar.<br />
No sé qué les pasa. He visto unas quince<br />
canoas cruzar el río en las dos horas que estuve<br />
pescando.<br />
Kayerts, preocupado, preguntó:<br />
-¿No te parece que Makola está hoy muy<br />
raro?<br />
Carlier dijo:<br />
-Reunamos a todos nuestros hombres por si<br />
hay alboroto.<br />
Diez hombres habían <strong>de</strong>jado al director en la<br />
factoría. Aquellos individuos, comprometidos<br />
con la empresa por seis meses (sin tener noción<br />
<strong>de</strong> lo que era un mes y sólo una levísima i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong>l tiempo en general), habían servido a la causa<br />
<strong>de</strong>l progreso durante más <strong>de</strong> dos años.<br />
Miembros <strong>de</strong> una tribu muy distante <strong>de</strong> aquella<br />
tierra <strong>de</strong> oscuridad y dolor, no escapaban porque<br />
suponían, naturalmente, que como extranjeros<br />
vagabundos los matarían los habitantes <strong>de</strong><br />
la región; en lo cual no se equivocaban.<br />
Vivían en chozas <strong>de</strong> paja en la pendiente <strong>de</strong><br />
un barranco en don<strong>de</strong> crecían los cañaverales,<br />
<strong>de</strong>trás mismo <strong>de</strong> los edificios <strong>de</strong> la factoría. No<br />
se tenían por dichosos porque echaban <strong>de</strong> menos<br />
los festivos encantamientos, las brujerías, los<br />
sacrificios humanos <strong>de</strong> su tierra, don<strong>de</strong> tenían,<br />
a<strong>de</strong>más, padres, hermanos, hermanas, jefes admirados,<br />
brujos respetados, amigos queridos y<br />
otros lazos que solemos llamar humanos. Por<br />
añadidura no aceptaban las raciones <strong>de</strong> arroz<br />
que les pasaba la Compañía por ser alimento<br />
<strong>de</strong>sconocido en su tierra. Eran por eso enfermizos<br />
y miserables. De haber pertenecido a otra<br />
SIlUOraDÍMilÍlCO<br />
tribu se hubieran <strong>de</strong>jado morir para eludir las<br />
enredadas dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la existencia. Pero<br />
como pertenecían a una tribu guerrera <strong>de</strong> dientes<br />
limados, tenían mayor entereza y seguían<br />
viviendo, estúpidamente, entre la enfermedad y<br />
el dolor.<br />
Rendían muy escaso trabajo y habían perdido<br />
ya su espléndido físico. Carlier y Kayerts les<br />
prestaban asidua asistencia, sin lograr volverlos<br />
a su anterior condición.<br />
Se les pasaba revista todas las mañanas para<br />
encargarles tareas diferentes: segar la hierba,<br />
construir vallas, talar árboles, etc., sin que fuerza<br />
humana alguna pudiera inducirlos a ejecutarlas<br />
<strong>de</strong> manera eficaz. En realidad los dos blancos<br />
tenían muy poco dominio sobre ellos.<br />
Por la tar<strong>de</strong> Makola se dirigió a la casa principal<br />
y halló a Kayerts atento a tres <strong>de</strong>nsas columnas<br />
<strong>de</strong> humo que se levantaban sobre el bosque.<br />
-¿Qué es eso? -preguntó Kayers.<br />
-Unas al<strong>de</strong>as que ar<strong>de</strong>n- respondió Makola.<br />
Luego dijo bruscamente:<br />
-Hemos recogido muy poco marfil; han sido<br />
seis muy malos. ¿Les gustaría tener un poco más<br />
<strong>de</strong> marfil?<br />
-Ya lo creo- dijo Kayerts con avi<strong>de</strong>z, pensando<br />
en el porcentaje, que era escaso.<br />
-Los hombres <strong>de</strong> ayer eran merca<strong>de</strong>res <strong>de</strong><br />
Loanda y tienen más marfil <strong>de</strong>l que pue<strong>de</strong>n llevarse.<br />
¿Lo compro? Sé don<strong>de</strong> acampan.<br />
-Claro que sí -dijo Kayerts-. ¿Quiénes son<br />
esos merca<strong>de</strong>res?<br />
-Gente mala -dijo Makola con indiferencia-.<br />
Se pelean con todos y cazan mujeres y niños.<br />
Son hombres malos y tienen fusiles. La región<br />
está trastornada... ¿Quiere marfil?<br />
-Sí -dijo Kayerts.<br />
Makola estuvo un rato sin hablar; luego,<br />
echando una mirada en torno suyo, murmuró:<br />
-Esos trabajadores nuestros no sirven para<br />
nada; la factoría está muy en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, señor. El<br />
director protestará. Es preferible reunir una buena<br />
cantidad <strong>de</strong> marfil, para que no se enfa<strong>de</strong>.<br />
-Yo no puedo hacer nada; los hombres no<br />
quieren trabajar -dijo Kayerts-. ¿Cuándo tendrás<br />
ese marfil?<br />
-Muy pronto -dijo Makola-, quizás esta noche.<br />
Usted déjeme a mí y qué<strong>de</strong>se en casa, señor.<br />
Lo mejor sería que les diéramos un poco<br />
<strong>de</strong> vino <strong>de</strong> palma a nuestros hombres para que<br />
bailen un rato. Si hoy se divierten, mañana tra-