Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...
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-Sí, lo vi -dijo Makola-. Pero no hay más<br />
que un revólver. ¿Dón<strong>de</strong> está el <strong>de</strong> él?<br />
-No sé -musitó Kayerts con voz <strong>de</strong>sfallecida.<br />
-Voy a buscarlo -dijo Makola con suavidad.<br />
Dio la vuelta a la casa, mientras Kayerts, sentado,<br />
seguía contemplando el cadáver. Volvió<br />
Makola con las manos vacías. Se quedó profundamente<br />
pensativo, entró luego en la habitación<br />
<strong>de</strong>l muerto y vino directamente con un revolver<br />
que tendió a Kayerts. El revólver estaba frío,<br />
no había sido disparado. Kayerts cerró los ojos.<br />
Todo le daba vueltas, la vida le parecía más terrible<br />
y dificultosa que la muerte. Había matado<br />
a un hombre inerme.<br />
Después <strong>de</strong> meditar un rato dijo Makola suavemente,<br />
señalando al muerto que yacía, con el<br />
ojo <strong>de</strong>recho saltado <strong>de</strong> un tiro:<br />
-Ha muerto <strong>de</strong> fiebre.<br />
Kayerts lo miró, petrificado <strong>de</strong> asombro.<br />
-Sí -repitió Makola pensativo y pasando por<br />
encima <strong>de</strong>l cuerpo-, ha muerto <strong>de</strong> fiebre. Lo enterraremos<br />
mañana.<br />
Vino la noche y Kayerts continuaba inmóvil<br />
en su silla. Allí se estuvo quieto como si hubiera<br />
tomado una dosis <strong>de</strong> opio. Las violentas emociones<br />
por las que había pasado le daban un sentimiento<br />
<strong>de</strong> cansada serenidad. Había son<strong>de</strong>ado<br />
en la brevedad <strong>de</strong> una tar<strong>de</strong> las honduras <strong>de</strong>l horror<br />
y la <strong>de</strong>sesperación, y encontraba ya la tranquilidad<br />
en el convencimiento <strong>de</strong> que la vida no<br />
encerraba secretos para él. ¡Y tampoco la muerte!<br />
Estaba sentado junto al cadáver y pensaba, y<br />
sus pensamientos eran nuevos. Le parecía que se<br />
había <strong>de</strong>sprendido <strong>de</strong> su ser <strong>de</strong> antes. Sus pensamientos,<br />
convicciones, gustos y <strong>de</strong>svíos <strong>de</strong> antes,<br />
cuando respetaba y aborrecía, se le mostraban<br />
por fin bajo su verda<strong>de</strong>ra luz. Todo le parecía<br />
<strong>de</strong>spreciable y pueril, falso y ridículo. Sentado