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Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...

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¡En cambio, con las encuerazones actuales, que ni son tan gran<strong>de</strong>s, es muy<br />

difícil que nos tomen el pelo, aunque no se me ha <strong>de</strong> olvidar nunca la fetal<br />

y <strong>de</strong>schichada Chela <strong>de</strong>l Barco, que en Cuernavaca, en casa <strong>de</strong> una prima,<br />

se puso traje <strong>de</strong> baño y exhibió dos tetorronas que a todos se nos antojaron!<br />

No contaba con que al día siguiente Nico y yo, que siempre la habíamos<br />

visto rete plana <strong>de</strong>l chichamen, supusimos que esos senos parados y suculentos<br />

eran producto <strong>de</strong> alguna superchería que había que <strong>de</strong>scubrir, y<br />

nos asomamos a su recámara mientras dormía y encima <strong>de</strong>l tocador, muy<br />

orondos, estaban los postizos, que entre nosotros llamamos técnicamente<br />

"el plan francés," y se los robamos. La pobre Chela, <strong>de</strong>solada, se sobrepuso<br />

y ese día salió tar<strong>de</strong> a la alberca ¡con dos chichotas inmensas, producto <strong>de</strong><br />

su ambición! (un generoso relleno <strong>de</strong> toalla) pero, como es muy pen<strong>de</strong>ja,<br />

confiada en su truco, se metió en el agua echándose un clavado y cuando<br />

salió, por misteriosísimas razones <strong>de</strong> la teratología femenina, ¡ostentaba<br />

tres lozanos bodoques alineados verticalmente, como si fueran los <strong>de</strong> una<br />

caprichosa diosa oriental!<br />

Los razonamientos <strong>de</strong> Carlín eran, a fin <strong>de</strong> cuentas, vanos, ya que su paren­<br />

tela femenina (ésa, la sonorense) no frecuentaba los balnearios o la costa <strong>de</strong>l<br />

mar y cuando iban a Guaymas y las tías o su propia madre (que <strong>de</strong>jó casi<br />

adolescente la patria chica) <strong>de</strong>cidían tomar un poco <strong>de</strong> sol lo hacían enfundadas<br />

invariablemente en su ropa habitual, es <strong>de</strong>cir, largos vestidos negros<br />

(siempre había algún <strong>de</strong>udo por quien llevar luto), sin atractivo o coquetería<br />

alguna. Por eso la llegada a la capital, allá por 1913, les produjo diversas<br />

impresiones encontradas, pues a la razón que los había trasladado hasta<br />

México (la revolución los expulsó <strong>de</strong> una existencia placentera que, supuestamente,<br />

duraría para siempre y los precipitó en una ciudad convulsa, don<strong>de</strong><br />

nadie los conocía) se sumaron otros factores, iniciados por el terremoto que<br />

acompañó a la entrada <strong>de</strong> Ma<strong>de</strong>ro en la ciudad, el estado <strong>de</strong> sitio, la <strong>de</strong>cena<br />

trágica, la traición <strong>de</strong> Huerta, pero sobre todo, en el terreno cotidiano, la dificultad<br />

para conseguir habitación y la, mayor todavía, <strong>de</strong> encontrar trabajo<br />

para Homero que, en aquellos tiempos bravios, era el único sostén <strong>de</strong> una<br />

familia numerosa. Para hacer las cosas más arduas todavía, Homero pasaba<br />

por "científico," pese a que nunca había mostrado proclividad política<br />

alguna. Pero aun así, la constancia y los conocimientos médicos <strong>de</strong>l paterfamilias<br />

le abrieron paso en su profesión y cuando el Esquivias menor hacía

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