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Joseph Conrad - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...

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sa y la chica se criaba con unas hermanas<br />

ayas. Echaba él <strong>de</strong> menos las calles, el emperado,<br />

los cafés, los amigos <strong>de</strong> siempre, cuanto<br />

enía costumbre <strong>de</strong> ver todos los días monótonos<br />

gratos <strong>de</strong> empleado gubernamental, y sentía<br />

aostalgia <strong>de</strong> las charlas, las pequeñas rencillas,<br />

el dulce veneno y las leves bromas <strong>de</strong> las oficinas<br />

estatales.<br />

Por su parte, Carlíer refunfuñaba: "Si tuviera<br />

L cuñado <strong>de</strong>cente, un amigo <strong>de</strong> corazón, yo no<br />

staría aquí". Había salido <strong>de</strong>l ejército conver-<br />

;ido en un ser aborrecido por la familia gracias<br />

. su holgazanería y <strong>de</strong>svergüenza, y un cuñado<br />

iiyo, no pudiendo resistirlo más, hizo sobrehumanos<br />

esfuerzos para colocarlo en la Compañía<br />

como agente <strong>de</strong> segunda clase. Sin un centavo<br />

en el bolsillo, se había visto obligado a aceptar<br />

aquel medio <strong>de</strong> vida al darse cuenta <strong>de</strong> que ya no<br />

podría sacar nada <strong>de</strong> sus parientes. Tanto como<br />

Kayerts echaba <strong>de</strong> menos su antiguo modo <strong>de</strong><br />

vida: tristemente recordaba el ruido <strong>de</strong>l sable y<br />

<strong>de</strong> las espuelas en una alegre noche, los dicharachos<br />

<strong>de</strong>l cuartel, las chicas <strong>de</strong> la guarnición, y<br />

a<strong>de</strong>más tenía un sentimiento <strong>de</strong> agravio. Era evi<strong>de</strong>ntemente<br />

hombre muy <strong>de</strong>sgraciado, y aquello<br />

a veces lo ponía <strong>de</strong> mal talante.<br />

Los dos agentes se llevaban bien juntos en la<br />

camara<strong>de</strong>ría <strong>de</strong> su estupi<strong>de</strong>z y su holganza. No<br />

hacían nada, sino gozar <strong>de</strong> aquel sentimiento <strong>de</strong><br />

vivir en un ocio pagado. Y con el tiempo llegaron<br />

a sentir algo parecido a la amistad.<br />

Vivían como dos ciegos en una vasta habitación,<br />

sin conocer más que lo que tocaban, imposibilitados<br />

<strong>de</strong> ver el aspecto general <strong>de</strong> las cosas.<br />

El río, la selva, toda la ancha tierra palpitante <strong>de</strong><br />

vida en <strong>de</strong>rredor, eran para ellos como un gran<br />

vacío. El río parecía no venir <strong>de</strong> ninguna parte<br />

ni correr hacia ninguna otra: fluía en vano. Y, a<br />

veces, <strong>de</strong> aquella inanidad venían canoas y unos<br />

hombres con lanzas se apiñaban <strong>de</strong> pronto ante<br />

las cercas <strong>de</strong> la factoría. Desnudos, <strong>de</strong> un negro<br />

reluciente, adornados con niveas conchas y figuras<br />

<strong>de</strong> latón, ostentaban musculaturas perfectas,<br />

hablaban en un rumor grosero y fanfarrón,<br />

moviéndose majestuosamente, y <strong>de</strong> sus ojos,<br />

inquietos y alarmados siempre, salían rápidas<br />

miradas salvajes. Sentábanse los guerreros en<br />

cuclillas y formando largas hileras <strong>de</strong> cuatro o<br />

más en fondo, mientras sus jefes se pasaban las<br />

horas con Makola regateando por un colmillo<br />

<strong>de</strong> elefante. Y Kayerts, sentado en su siUa, ob­<br />

servaba con sus redondos ojos azules el curso<br />

<strong>de</strong>l trato y llamaba a Carlíer:<br />

-Ven aquí, mira, mira a aquel tipo... y ese<br />

otro, el <strong>de</strong> la izquierda. ¿Has visto una cara<br />

igual? ¡Qué bicho tan raro!<br />

Carlíer, que fumaba tabaco <strong>de</strong>l país en ur<br />

pipa <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, fanfarroneaba retorciéndose le<br />

bigotes y, mirando a los guerreros con altiva ii<br />

dulgencia, <strong>de</strong>cía:<br />

-¡Vaya animales! ¿Traen hueso? ¿Sí? No le<br />

tan tomado con mucha prisa. Mira la musculatura<br />

<strong>de</strong> ese tipo, el tercero empezando por la<br />

cola; no me gustaría que me diese un puñetazo<br />

en la nariz. Buenos brazos, pero las piernas no<br />

valen nada. No sirven para jinetes. - Y <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> orgullosamente mirarse las zancas, añadía-<br />

¡Puah, cómo huelen! ¡Eh, Makola! Llévate esa<br />

manada al fetiche (en las factorías se llama fetiche<br />

al almacén, quizá por el espíritu <strong>de</strong> civilizaciór<br />

que contiene) y dales un poco <strong>de</strong> la basura qtj<br />

guardas. Prefiero ver el lugar lleno <strong>de</strong> hueso<br />

que <strong>de</strong> pingajos.<br />

Kayerts asentía:<br />

-Eso es, y acabe ya con tanta palabrería, mis<br />

ter Makola. Cuando termine usted, iré a pesar (<br />

colmillo. Hay que tener mucho cuidado. -Y lúe<br />

go volviéndose a su camarada-. Esta es la tribt<br />

que vive río abajo; casi tienen el aroma. ¿Oyes la<br />

trifulca? ¿Quién aguanta este maldito país?<br />

me abre la cabeza.<br />

Escasas eran tan provechosas visitas. Los dos<br />

campeones <strong>de</strong>l comercio y el progreso se pasaban<br />

los días mirando las cercas vacías bajo el<br />

resplandor vibrante <strong>de</strong> un sol vertical. Entre las<br />

altas riberas, el río silencioso corría resplan<strong>de</strong>ciente<br />

y tranquilo. Sobre la arena, en medio <strong>de</strong><br />

la corriente, hipopótamos y caimanes tomaban<br />

plácidamente el sol. Y extendiéndose en todas<br />

direcciones, en <strong>de</strong>rredor <strong>de</strong>l paraje en que estaba<br />

la factoría, selvas inmensas con sus faunas ocultas<br />

yacían en el enorme silencio. Nada comprendían<br />

aquellos hombres, nada les preocupaba, a<br />

no ser el transcurso <strong>de</strong> los días que los separaban<br />

<strong>de</strong> la vuelta <strong>de</strong>l vapor. El pre<strong>de</strong>cesor <strong>de</strong> ellos<br />

había <strong>de</strong>jado algunos libros <strong>de</strong>shechos. Apo<strong>de</strong>rándose<br />

<strong>de</strong> aquellos restos <strong>de</strong> novelas y, pues<br />

antes nada habían leído por el estilo, hallaron<br />

en ellas diversión y pasaron largos días en discusiones<br />

necias acerca <strong>de</strong> tramas y personajes. Así,<br />

en el centro <strong>de</strong> África, conocieron a Richelieu y<br />

D'Artagnan, a Ojo <strong>de</strong> Halcón, al padre Goriot y

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