Untitled - codhem
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A FONDO<br />
36<br />
Hoy este texto, bajo la mentalidad<br />
informática, ha venido a caer, como<br />
subordinado, a la pantalla, donde imágenes,<br />
gráficas, fórmulas o lemas degradan<br />
el texto al rango de comentario,<br />
glosa o leyenda 19 . Ese tipo de textos,<br />
que día con día se generalizan más, ya<br />
no están pensados para leerse en voz<br />
alta. La característica de estos nuevos<br />
textos anclados a las pantallas virtuales<br />
“no es ya la lucha por entender a un<br />
autor mediante la lectura crítica de sus<br />
palabras, sino la percepción relámpago<br />
de un ‘mensaje’ anónimo. La comunicación<br />
de contenidos, ya no el entendimiento<br />
de una auctoritas, dirigiéndose,<br />
es lo que en medida creciente determina<br />
el aprender” 20 . Lo que aparece en la<br />
pantalla ya no está escrito, es decir, ya<br />
no está labrado, como anteriormente<br />
se labraba en la página –pagus, es decir,<br />
campo- donde el estilete (o la pluma)<br />
se comparaba con un arado y la línea<br />
escrita con un surco.<br />
La otra situación, que me parece determinante<br />
de la metamorfosis a la que<br />
estoy aludiendo, es el reemplazo de<br />
aquellas realidades que nos colocan<br />
en un lugar concreto dentro del mundo<br />
y próximos a los demás, gracias al<br />
creciente predominio de sistemas en<br />
donde una persona se convierte, en<br />
un “micro-sistema”, en un emisor y<br />
otras veces, en un receptor, en la que<br />
las palabras –hoy códigos- se almacenan<br />
y se manipulan hasta degradarse.<br />
Lo que hoy se dice ser comunicación<br />
ya no es, señala Michel Henry, “una<br />
relación viva fundada en la palabra personal<br />
y siempre tributaria de los individuos<br />
que establecen la relación, ya no<br />
es intersubjetividad, sino precisamente<br />
un dispositivo técnico: se ha convertido<br />
en comunicación mediática y a ella se<br />
reduce” 21 . Nuestra memoria se borra<br />
fácilmente como se borran las palabras<br />
de la computadora con sólo presionar<br />
la tecla “suprimir”. El comando “restaurar”<br />
no tiene ninguna analogía con nuestra<br />
memoria de un recuerdo. Vivimos<br />
el tiempo de una eficacia breve, de lo<br />
generalizado que niega toda diferencia,<br />
de “lo Mismo hasta perderse de vista”.<br />
Es el tiempo en el que la informática se<br />
ha apropiado de la terminología de la<br />
crítica humanista, ha chupado la esencia<br />
de las palabras hasta convertirlas, como<br />
lo señala Illich, en “palabras-plástico”:<br />
amorfas como amibas y combinables<br />
entre sí, haciendo uso de ellas aleatoria<br />
y arbitrariamente 22 .<br />
Bajo lo que algunos llaman el “sueño<br />
cibernético” hemos perdido el aroma<br />
y la textura de las palabras, la centinela<br />
que nos guía por el camino de la sabiduría.<br />
De aquellas palabras que se<br />
hacen carne cuando las pronuncia una<br />
boca y las escucha un oído de carne, y<br />
por las cuales, nos encontramos y dialogamos<br />
con los otros, rememorando<br />
un pasado siempre vivo, dando sentido<br />
a nuestro presente y abriendo las puertas<br />
a un futuro siempre esperanzador.<br />
Ahora nos movemos entre pantallas<br />
virtuales que se pretenden reales, nos<br />
hemos acostumbrado a representaciones<br />
gráficas de datos cuantitativos a los<br />
cuales no corresponde nada que el ojo<br />
pueda captar, reduciendo no sólo la dimensión<br />
y la fuerza de la mirada, sino<br />
también su sentido trascendente. Tales<br />
situaciones nos han hecho perder el<br />
19<br />
Ibid., p. 72.<br />
20<br />
Ibid., p. 73.<br />
21<br />
Cfr. Michel Henry, La barbarie, Madrid, Caparrós editores, 1996, p. 167.<br />
22<br />
Cfr. Iván Illich, Op. cit., p. 66.<br />
JULIO-SEPTIEMBRE 2008