Untitled - codhem
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A FONDO<br />
56<br />
La relación entre los elementos educación,<br />
aprendizaje y docente ha cambiado<br />
en la actualidad. Antes, de forma<br />
abierta y natural los padres ponían a<br />
completa disposición de los docentes<br />
la educación de sus hijos, el padre se<br />
consideraba incapaz de instruir a su<br />
hijo, por lo que el método que aplicara<br />
el docente, así fuera excesivo y severo,<br />
era el correcto para formar personas<br />
de bien, inclusive los padres llegaban<br />
a aconsejar al docente que el castigo<br />
consistiera en golpes, porque sólo así<br />
entiende el niño.<br />
Esta forma de impartir disciplina se<br />
hizo tradicional y rutinaria; coincidía<br />
con severos métodos occidentales de<br />
educación (en especial el Inglés) y con<br />
la disciplina impartida por instituciones<br />
respetables (iglesia, milicia). Un maestro<br />
golpeaba a un clérigo escolar en ciernes<br />
sin temor ni remordimiento alguno<br />
porque era necesario en el aprendizaje<br />
de la disciplina.<br />
El método no entró en desuso pese<br />
a que se comprobó cuán grave era<br />
trasgredir la dignidad de los alumnos<br />
mediante tratos crueles, inhumanos<br />
y degradantes. En la actualidad las reminiscencias<br />
se traducen no sólo en<br />
malos tratos sino que se han suscitado<br />
deleznables abusos físicos. En estos<br />
tiempos las violaciones sistemáticas a<br />
los derechos humanos se entremezclan<br />
con una profunda crisis de valores<br />
que consumen al docente, al padre y al<br />
alumno.<br />
Uno de los principales problemas en<br />
el actual sistema educativo es el olvido<br />
cínico del hecho fundamental que ocurre<br />
en una escuela: aprender, lo mismo<br />
el alumno, lo mismo el docente y los<br />
padres. Ahora el docente se encuentra<br />
más preocupado por realizar una carrera<br />
magisterial y obtener privilegios que<br />
por asistir puntualmente al encuentro<br />
de los alumnos y propiciar el aprendizaje.<br />
En un sistema donde la competencia<br />
es despiadada, incluyendo a profesores,<br />
se produce una artera división que da<br />
lugar a envidias y frustraciones, ambiente<br />
nada grato ni idóneo para que se<br />
produzca la enseñanza que ha de sanar<br />
las estructuras mentales de una sociedad<br />
enferma.<br />
Jiddu Krishnamurti, erudito que no<br />
requiere presentación, condensó en<br />
breves palabras algo de extrema dificultad;<br />
definir en unas cuantas líneas la<br />
importancia de la educación: La verdadera<br />
educación permite al niño florecer<br />
en libertad. La profundidad de tal pensamiento,<br />
es una cálida invitación a la<br />
reflexión, de proyectar preguntas que<br />
activen nuestro pensamiento, y como<br />
seres humanos, plantearnos si hemos<br />
estado alertas al renovado proceso de<br />
aprender, sea el de nuestros seres queridos,<br />
el de los demás o el propio; y si<br />
en ese estado de conciencia, somos capaces<br />
de contribuir de forma potencial<br />
en el método educativo, sin influencia<br />
de ninguna laya, porque en nosotros ya<br />
opera una convicción interna -inseparable<br />
de la externa- de que amamos lo<br />
que hacemos.<br />
Lo más sorprendente de la obra del<br />
maestro hindú es que no ofrece soluciones,<br />
métodos o teorías. Su crítica a<br />
las instituciones educativas es severa<br />
pero no ingenua. Comprende que en<br />
el estado actual de las cosas la alternativa<br />
no es ofrecer más sistemas -desescolarizar,<br />
tecnificar, o agigantar la institución-<br />
sino que el aprendizaje se dé en<br />
el docente, alumnos y padres en franca<br />
libertad, sin causar más fragmentación<br />
y recuperar la confianza en los centros<br />
educativos; al mismo tiempo cuestiona<br />
el propósito actual de la educación, que<br />
se ha orientado a formar especialistas,<br />
JULIO-SEPTIEMBRE 2008