Untitled - codhem
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que triunfarán en una carrera, y conseguirán<br />
un empleo que esté al nivel de la<br />
profesión de la cual se han acumulado<br />
conocimientos sin sentido.<br />
Todo ello es causa de las exigencias de<br />
la sociedad actual, que fomenta y exige<br />
al estudiante el logro de un empleo y<br />
de la seguridad física; primero el dinero,<br />
y segundo, los complejos aspectos de<br />
nuestra vida diaria. Cuando el dinero<br />
se vuelve factor dominante en la vida,<br />
existe un desequilibrio en toda actividad<br />
cotidiana. Si en ese nivel transitan<br />
los propios educadores ¿cómo pueden<br />
ayudar al estudiante que es forzado por<br />
sus padres y por la sociedad a convertir<br />
la carrera en la cosa más importante<br />
que existe<br />
Si esto ya implica una responsabilidad<br />
a cualquier persona, sin importar las<br />
etiquetas impuestas por una cultura<br />
(condición, raza, profesión, o medio<br />
en el que se desenvuelva la persona)<br />
el compromiso se comparte pero a<br />
la vez se torna más exigible, a quien<br />
es garante de la trasmisión de conocimientos<br />
en el aula, y de quien se<br />
espera, por su especialización y vocación,<br />
contribuya al proceso de enseñanza-aprendizaje,<br />
en este caso de<br />
nuestros niños y niñas.<br />
El educador ha olvidado que la escuela<br />
es el lugar donde se dispone de ocio<br />
-el único que permite a medias la sociedad-<br />
y en ese entorno es posible que<br />
el profesor y el educando aprendan<br />
mutuamente. Por desgracia el educador<br />
toma ese tiempo de ocio de forma<br />
equivocada. Cree confiadamente que<br />
es el lugar para la pereza y emplear el<br />
tiempo para soñar despierto (esa fantasía<br />
que luego se torna en abusos sexuales<br />
y físicos) para organizar eventos,<br />
pedir permisos y justificar ausencias,<br />
crear sociedades o emplearla en la rutina<br />
de leer los libros (sin exigencia de<br />
comprensión a los alumnos), e incluso<br />
el lugar donde va a curarse una resaca;<br />
cuando en realidad el ocio en la escuela<br />
permite que la mente no esté ocupada<br />
en una sola cosa, hace posible que la<br />
persona se tome el tiempo necesario<br />
para activar el proceso mental; significa<br />
que las estructuras del pensamiento del<br />
alumno y el profesor se desembaracen<br />
de los problemas, de los placeres<br />
y de la fatiga cognoscitiva y observen<br />
qué ocurre dentro de cada uno, es el<br />
tiempo perdurable para escuchar, para<br />
ver, para experimentar la libertad, que<br />
no significa que el alumno o el docente<br />
hagan lo que se les dé la gana, sino que<br />
les cede un sentido de dirección que<br />
va más allá de la memorización de las<br />
cosas.<br />
Hoy en día el educador ya no es responsable<br />
de los estudiantes, es responsable<br />
de un cargo administrativo. Está<br />
perdido en la inmensidad de un aparato<br />
burocrático donde es muy difícil<br />
seleccionar al verdadero educador del<br />
servidor público de artificio que se ampara<br />
de las bondades que el nepotismo<br />
gubernamental otorga. De esa persona<br />
repleta de frustraciones, desviaciones<br />
y conductas dañinas, sin vocación y<br />
sin interés que de un día para otro se<br />
encuentra frente a un grupo. De ese<br />
docente que se trata no al mismo nivel,<br />
sino al tú por tú con un alumno que<br />
proviene de un núcleo familiar desintegrado,<br />
violento y confuso. A ese individuo<br />
que nunca ha visto en un niño<br />
una persona íntegra que requiere convivencia<br />
y diálogo, sino a un animal o<br />
cosa que hay que adiestrar convenientemente.<br />
La noción de derechos humanos ha<br />
provocado una reacción en el sistema<br />
educativo, aunque el impacto sigue sin<br />
comprenderse. El docente ve en los<br />
A FONDO<br />
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DIGNITAS 05