Untitled - codhem
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horizonte de nuestros sentidos –aquello<br />
que puedo mirar, tocar, sentir, oler,<br />
escuchar-.<br />
En una de sus exposiciones, Iván Illich<br />
narra la experiencia de Susan, profesora<br />
en un colegio de Florida del Norte y de<br />
Frank, uno de sus alumnos; que alguna<br />
vez le compartiera Maurice Berman.<br />
Tanto le inquietó a Illich que, al hablar<br />
del “sueño cibernético”, igualmente lo<br />
compartía con sus oyentes de modo<br />
tal que esta historia propiciara una reflexión<br />
seria entre los asistentes. Vale la<br />
pena escuchar las palabras de Illich:<br />
Muchos de sus estudiantes [de Susan]<br />
tienen una computadora. Cuando Susan<br />
les deja un tema para trabajarlo, éstos se<br />
precipitan a sus máquinas. Introducen en<br />
ellas las palabras clave del enunciado de<br />
Susan, recogen la información correspondiente<br />
en base de datos, la pegan en<br />
fila, y someten esto a Susan como su trabajo<br />
personal. Una tarde, Frank, uno de<br />
sus alumnos, se quedó con ella después<br />
del curso. Esa semana los estudiantes<br />
habían tenido que hacer una exposición<br />
sobe la sequía y el hambre en África subsahariana.<br />
Frank quería mostrar a Susan<br />
la cosecha de datos que había sacado<br />
de su computadora. En cierto momento<br />
ella lo interrumpió para preguntarle:<br />
‘Y tú, Frank, qué piensas de todo esto’<br />
Frank la miró con la mirada vacía y acabó<br />
respondiendo: ‘No entiendo lo que<br />
quiere decir’. En esos momentos el foso<br />
entre ellos apareció 23 .<br />
Esta experiencia es ilustrativa, porque<br />
nos narra lo que hoy suele ocurrir tanto<br />
en la institución escolar como en la<br />
vida cotidiana. Cuántos de nosotros<br />
muchas veces nos parecemos a Frank<br />
que, al reunir todo un cúmulo de información,<br />
con detalles gráficos e imágenes<br />
encantadoras, sin embargo, al final<br />
caemos en la cuenta de que en realidad<br />
no entendemos nada de lo que ahí se<br />
nos muestra.<br />
Recodar esta historia del libro y de la<br />
lectura, el paso de la mentalidad alfabética<br />
a la mentalidad informática, invita<br />
a preguntarnos en forma profunda<br />
sobre el destino de la vocación educativa<br />
actual y en qué medida afecta la<br />
ruptura de la educación con la cultura<br />
libresca. Pues esencialmente “la pedagogía<br />
clásica se interesa, sobre todo,<br />
por el hombre en sí mismo, no por el<br />
técnico destinado a una tarea particular”<br />
24 , configurándose así, a partir de la<br />
presencia del libro y de la mentalidad<br />
alfabética.<br />
Tal vez, choca a nosotros, hijos de la<br />
modernidad y de las ilusiones que nos<br />
ofrece la tecnocracia, rememorar esta<br />
historia del libro como metáfora raíz de<br />
una época, como base fundamental del<br />
ámbito educativo, sin embargo, lo peor<br />
que podría pasarnos es desligarnos de<br />
nuestra historia, de nuestro pasado, de<br />
aquello que ha dado raíz a lo que hoy,<br />
progresivamente, como niños engreídos,<br />
vamos dejando de lado, como si<br />
fuera algo ya obsoleto que nos impide<br />
configurar nuestro tiempo actual. Nada<br />
más falso que esto.<br />
III. LIBERTAD PARA APRENDER<br />
Uno de los elementos más preciosos<br />
en la vida humana es nuestra libre capacidad<br />
para aprender, sin ningún con-<br />
A FONDO<br />
37<br />
23<br />
Iván Illich, “El alfabetismo informático y el sueño tecnológico”, en Obras reunidas, vol.<br />
II, p. 596.<br />
24<br />
Henri-Irénée Marrou, Historia de la educación en la antigüedad, México, Fondo de<br />
Cultura Económica, 2004, p. 307.<br />
DIGNITAS 05