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LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS - eTableros

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Lo que Shaftesbury quiere decir es que es perfectamente racional que se tolere<br />

cierto grado de irracionalidad («superstición», «entusiasmo») y que la represión<br />

rigurosa corre el riesgo de agravar el desorden en lugar de curarlo, y de convertir una<br />

molestia en una catástrofe. No se debe hipermedicinar la entidad política; no se debe<br />

buscar un remedio para cada desajuste.<br />

Para Maquiavelo, la prensión; para Hobbes, la razón; para Shaftesbury, la<br />

tolerancia: tres ideas de cómo el buen gobierno, por analogía con la medicina, puede<br />

prevenir una enfermedad fatal. Se supone que, básicamente, la sociedad goza de buena<br />

salud; el mal (el desajuste), en principio, siempre puede ser dominado.<br />

El uso de la imaginería patológica en la retórica política, en nuestros tiempos<br />

modernos, parte de postulados diferentes, menos indulgentes. El concepto de<br />

revolución, que surge de la constatación de que la situación política imperante es para<br />

desesperar y no tiene remedio, dio por tierra con el viejo matiz optimista en la<br />

metáfora patológica. En diciembre de 1772 John Adams escribía en su diario:<br />

Las perspectivas ante mí... son muy sombrías. Mi país está hundido en una<br />

aflicción profunda, y tiene muy poco en qué fundar sus esperanzas. El pueblo,<br />

como cuerpo, parece agotado por las luchas; la venalidad, la<br />

servidumbre y la prostitución se extienden como un cáncer.<br />

El acontecer político comenzó a ser visto como cosa inaudita, extremada; y se<br />

terminó por creer que los disturbios civiles y las guerras eran verdaderas revoluciones.<br />

No fue la revolución americana sino, como era lógico, la francesa la que impuso las<br />

metáforas patológicas en su acepción moderna; en ello fue decisiva la reacción<br />

conservadora contra la Revolución francesa. En sus Reflexiones sobre la Revolución<br />

francesa (1790), Edmund Burke compara los disturbios y conflictos de antaño con ésta,<br />

para él totalmente distinta. Antes, cualquiera fuera el desastre, «los órganos... del Estado<br />

podían quedar muy destrozados, pero seguían existiendo». En cambio, decía Burke<br />

a los franceses, «vuestra confusión actual, cual una parálisis, ha afectado las fuentes<br />

mismas de la vida» .<br />

Tal como las teorías clásicas de la polis siguieron el camino de las teorías de los<br />

cuatro humores los conceptos políticos de hoy siguen el de la concepción moderna de<br />

la enfermedad. Enfermedad igual a muerte. Burke hablaba de parálisis (y de «la úlcera<br />

abierta del recuerdo que corroen). Pronto el acento caería sobre las enfermedades<br />

repugnantes y mortales, enfermedades que no se dejan manejar ni tratar sino que hay<br />

que atacarlas. En la novela de Víctor Hugo sobre la Revolución francesa, Noventa y<br />

tres (1874), Gauvain, el revolucionario condenado a la guillotina, absuelve la<br />

revolución con todas sus matanzas, incluso con su inminente ejecución:<br />

porque es una tormenta. Una tormenta siempre sabe lo que hace... La<br />

civilización era víctima de una peste, y este vendaval la salvará. Quizás el<br />

viento no elija con mucho cuidado.<br />

¿Podría ser de otro modo? ¡Se le ha encomendado un barrido tan a fondo!<br />

Ante el horrible miasma comprendo la furia del viento.<br />

No será por cierto ésta la última vez que se justifique la violencia revolucionaria<br />

invocando una enfermedad social horrible e irremisible. En el lenguaje político, el<br />

36<br />

http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections

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