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LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS - eTableros

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económico que ha otorgado estas libertades que no tiene prosperidad material,<br />

depende de que se incite a que las personas desafíen las limitaciones. El apetito ha de ser<br />

inmoderado. La ideología del capitalismo hace de todos nosotros connaisseurs de la<br />

libertad, de la infinita expansión de lo posible. Prácticamente todo tipo de reivindicación<br />

ofrece en primer término, o también, algún incremento de la libertad. No de cualquier<br />

libertad, desde luego. En los países ricos se identifica cada vez más la libertad con la<br />

«realización personal» —una libertad gozada o practicada a solas (o como a solas). De ahí<br />

que se hable tanto acerca del cuerpo, que vuelve a ser imaginado como el instrumento<br />

con el que llevar a cabo, más y más, los distintos programas de mejora personal, de<br />

perfeccionamiento de las propias capacidades. Dados los imperativos del consumo y el<br />

incuestionado valor que se atribuye a la expresión personal, ¿cómo no iba a ser la<br />

sexualidad, para algunos, una opción de consumo, un ejercicio de la libertad, de una<br />

mayor movilidad, de ampliación de fronteras? Lejos de ser el invento de la subcultura<br />

homosexual masculina, la sexualidad recreativa y sin riesgos fue la inevitable reinvención<br />

de la cultura capitalista, y su garantía fue la medicina. El advenimiento del sida parece<br />

haberlo cambiado todo, irrevocablemente.<br />

El sida magnifica la fuerza de los mensajes diferentes pero complementarios<br />

que, cada vez más, llegan a oídos de los individuos de esta sociedad, acostumbrados a<br />

su propio placer y atraídos más y más por programas de autogestión y autodisciplina<br />

(dietas, gimnasia). Ojo con sus apetitos. Cuide de sí mismo. No se deje ir. Hace mucho<br />

que, en nombre de la salud o de la creación de un aspecto físico ideal, se han fijado los<br />

límites de la satisfacción de ciertos apetitos —unos límites voluntarios, un ejercicio de<br />

libertad—. La catástrofe del sida sugiere la necesidad inmediata de limitarse, de constreñir<br />

el cuerpo por el bien de la conciencia. Pero la reacción al sida es más que negativa,<br />

más que temerosa y, por consiguiente, apropiada ante un verdadero peligro. También<br />

expresa un deseo positivo, el deseo de poner límites más estrictos a la conducta de la<br />

vida personal. Hay una amplia tendencia en nuestra cultura, un sentimiento de final<br />

de una era, que el sida está reforzando; un agotamiento, para muchos, de los ideales<br />

puramente seculares —ideales que parecían alentar el libertinaje o al menos no<br />

interponer al libertinaje ninguna barrera inhibitoria seria— en los que halla su sitio la<br />

reacción al sida. El comportamiento estimulado por el sida es parte de un agradecido<br />

retorno a «las convenciones», semejante al regreso a la figura y el paisaje, la tonalidad y la<br />

melodía, la trama y el personaje, y otros repudios de los que el difícil arte moderno se<br />

jactaba. La reducción en el imperativo de la promiscuidad de la clase media, el<br />

fortalecimiento del ideal monogámico, de una vida sexual prudente, se nota tanto en<br />

Estocolmo, por ejemplo, con su insignificante número de casos de sida, como en Nueva<br />

York, donde se puede decir que la enfermedad ha ido adquiriendo proporciones<br />

epidémicas. La reacción al sida, si bien parcialmente racional, amplía un<br />

cuestionamiento muy difundido, de muchos ideales (y riesgos) de la modernidad<br />

esclarecida, un cuestionamiento que fue aumentando durante los años setenta; y el<br />

nuevo realismo sexual va de la mano con el redescubrimiento de los placeres de la<br />

música tonal, de Bouguereau, de una carrera profesional en un banco de inversiones y<br />

de los matrimonios por la Iglesia.<br />

El pánico creciente que inspiran los riesgos de la sexualidad recreativa y<br />

comercializada irá difícilmente en desmedro de la atracción que ejercen otros apetitos:<br />

el edificio ocupado hasta ahora en Hamburgo por el Eros Center pasará a ser ocupado<br />

por boutiques. El comercio sexual tendrá lugar sólo después de la debida reflexión. El<br />

consumo rutinario de drogas que aumentan la energía mental y la capacidad de<br />

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http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections

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