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LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS - eTableros

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Decir de un fenómeno que es como un cáncer es incitar a la violencia. La<br />

utilización del cáncer en el lenguaje político promueve el fatalismo y justifica medidas<br />

«duras» —además de acreditar la difundida idea de que esta enfermedad es<br />

forzosamente mortal. Nunca es inocente el concepto de enfermedad, pero cuando se<br />

trata de cáncer se podría sostener que en sus metáforas va implícito todo un genocidio.<br />

Ninguna tendencia política tiene el monopolio de esta metáfora. Para Trotsky, el<br />

estalinismo era el cáncer del marxismo; recientemente en China, la Banda de los Cuatro<br />

se había convertido, entre otras cosas, en «el cáncer de la China». John Dean<br />

explicaba lo de Watergate a Nixon con estas palabras: «Hay un cáncer ahí dentro,<br />

cerca de la Presidencia, y está creciendo». La metáfora clásica de los árabes contra<br />

Israel (oída diariamente por radio en Israel, durante los últimos veinte años) es que<br />

Israel es «un cáncer en el corazón del mundo árabe» o que es «el cáncer del Oriente<br />

Medio»; y un oficial libanes de la derecha cristiana, refiriéndose al campo de refugiados<br />

palestinos de Tal Zaatar, sitiado en agosto de 1976, dijo que era «el cáncer en el cuerpo<br />

libanes». La metáfora pareciera ser irresistible cuando se quiere dejar constancia de la<br />

propia indignación. Así, el periodista inglés Neal Ascherson escribía en 1969 que el caso<br />

Slansky «fue —y es— un enorme cáncer en el seno del Estado y la nación de<br />

Checoslovaquia»; Simón Leys se refiere, en Sombras chinescas, al «cáncer maoísta que<br />

carcome la cara de la China»; D. H. Lawrence dijo que la masturbación era «el cáncer más<br />

profundo y peligroso de nuestra civilización»; y yo misma escribí, en la enardecida<br />

desesperación por la guerra americana contra Vietnam, que «la raza blanca es el cáncer<br />

de la historia humana».<br />

Pero, ¿cómo manifestar la severidad moral al final del siglo XX? ¿Cómo, si es tanto<br />

lo que merece nuestra severidad? ¿Cómo, si se tiene el sentimiento del mal pero ya no el<br />

lenguaje religioso o filosófico para hablar inteligentemente del mismo? Buscamos<br />

metáforas adecuadas para tratar de abarcar el mal «total» o «absoluto». Pero las<br />

metáforas patológicas modernas son todas poca cosa. Además, los que tienen realmente<br />

la enfermedad, nada ganan con oírla nombrar constantemente, como si resumiera<br />

todo el mal. Sólo en un sentido extremadamente restringido puede decirse que tal<br />

hecho histórico o tal problema son como enfermedades. Y la metáfora del cáncer es<br />

particularmente burda. Incita invariablemente a simplificar lo complejo, e invita a la<br />

autocomplacencia, si no al fanatismo.<br />

Vale la pena comparar la imagen del cáncer con la de la gangrena. Por tener<br />

algunas de las propiedades metafóricas del cáncer —empieza de la nada, crece, es<br />

repugnante—, la gangrena debiera hacer las delicias de un polemista. De hecho, la<br />

gangrena fue utilizada en una importante polémica de orden moral —contra la tortura<br />

por parte de los franceses en Argelia, en los años cincuenta; el libro famoso que<br />

denunció los hechos se llamaba La gangrena—. Pero hay una gran diferencia entre las<br />

metáforas del cáncer y las de la gangrena. En primer lugar, la causalidad resulta muy<br />

clara en el caso de la gangrena. Sus causas son extrañas (un rasguño puede<br />

desembocar en una gangrena); el cáncer, en cambio, es misterioso, una enfermedad de<br />

múltiples causas, tanto internas como externas. En segundo lugar, la gangrena no es un<br />

desastre que lo abarca todo. Muchas veces termina con una amputación, muchas<br />

menos con la muerte; en cambio el cáncer, supone, lleva casi siempre a la muerte. La<br />

metáfora patológica extrema no es la gangrena —ni la peste (pese a los notables<br />

esfuerzos de escritores tan dispares como Artaud, Reich y Camus, que intentaron<br />

metaforizarla para representar lo lúgubre y desastroso)— sino el cáncer. Y por ser<br />

extrema, la metáfora resulta especialmente tendenciosa; buena para paranoicos, para<br />

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http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections

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