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LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS - eTableros

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desfigurantes y humillantes hacen que el paciente de sida se vuelva cada vez más<br />

inválido, impotente e incapaz de controlar o cuidarse de las funciones y necesidades<br />

básicas.<br />

En la medida en que el sida es tina enfermedad lenta se acerca más a la sífilis, que<br />

se caracteriza por sus «etapas», que al cáncer. Es esencial pensar en términos de «etapas»<br />

cuando se habla del sida. La sífilis, en su forma más temible, es la «sífilis terciaria», la sífilis en<br />

su tercera etapa. Lo que generalmente se entiende por sida es el último de un total de tres<br />

estados, el primero de los cuales es la infección por efecto de un virus de inmunodeficiena<br />

humana (VIH) y las primeras manifestaciones de que el sistema inmunológico está mellado,<br />

al que le sigue un largo período latente hasta la manifestación de los síntomas que<br />

«delatan» la enfermedad. (Aparentemente el período latente no es tan largo como en la<br />

sífilis, en la que entre la enfermedad secundaria y terciaria pueden transcurrir décadas.<br />

Pero vale la pena señalar que cuando la sífilis apareció por primera vez de manera<br />

epidémica en Europa, a finales del siglo XV, se trataba de una enfermedad rápida, de una<br />

virulencia inexplicada y desconocida hoy, que a menudo provocaba la muerte del paciente<br />

en el segundo estado, a veces a los pocos meses o años.) El cáncer crece lentamente: no se lo<br />

considera latente por mucho tiempo. (Una explicación convincente de un proceso en<br />

términos de «etapas» parece incluir casi inevitablemente la idea de un retraso o alto<br />

normativo en el proceso, tal como sugiere la noción de latencia.) Es cierto que el cáncer<br />

tiene «etapas». Es éste un instrumento fundamental del diagnóstico, que implica<br />

clasificar el cáncer según su gravedad mediante la determinación de lo «avanzado» que<br />

esté. Pero sobre todo se trata de un concepto espacial: el cáncer avanza por el cuerpo,<br />

viaja o migra según rutas predecibles. El cáncer es en primer término una enfermedad de<br />

la geografía del cuerpo, al contrario de la sífilis y el sida, cuyas respectivas definiciones<br />

dependen de la construcción de una secuencia temporal por etapas.<br />

La sífilis era un mal que no tenía por qué llegar hasta su horrible final, la paresia<br />

(como en los casos de Baudelaire y Maupassant y Jules de Goncourt), y podía, como<br />

ocurrió con frecuencia, quedarse en la etapa de la molestia, de lo oprobioso (como en<br />

el caso de Flaubert). La peste también era un estereotipo, como lo observó el propio<br />

Flaubert. «SÍFILIS. Quien más, quien menos, todos la tienen», dice una entrada del<br />

Diccionario de ideas recibidas, su tesoro de perogrulladas de mediados del siglo XIX. Y la<br />

sífilis, en efecto, logró adquirir un significado oscuramente positivo en Europa a fines<br />

de ese siglo y principios del XX, cuando se la conectó con una sobreactividad mental<br />

(«febril») paralela a la conexión que desde la era de los escritores románticos se<br />

establecía entre la tuberculosis pulmonar y una sobreactividad emotiva. Como<br />

queriendo rendir homenaje a tantos escritores y artistas notables cuyas vidas<br />

terminaron en la demencia sifilítica, se creyó que las lesiones cerebrales de la<br />

neurosífilis podían realmente inspirar ideas y obras de arte originales. Thomas Mann,<br />

cuya obra narrativa es un almacén de los mitos médicos propios de principios del siglo<br />

XX, convierte esta idea de la sífilis en una musa esencial en su Doktor Faustus, en donde el<br />

protagonista es un gran compositor cuya sífilis voluntaria —el Diablo se encarga de que<br />

la infección quede acotada al sistema nervioso central— le confiere veinticuatro años<br />

de incandescente creatividad. E. M. Cioran recuerda cómo, en la Rumania de finales de<br />

los años veinte, la sífilis formaba parte de sus aspiraciones adolescentes de gloria<br />

literaria: descubriría tener sífilis, como recompensa gozaría de varios años de genialidad<br />

hiperproductiva y luego se hundiría en la locura. Esta romántización de la<br />

demencia característica de la neurosífilis fue la precursora de esa fantasía mucho más<br />

persistente, típica del siglo XX, según la cual las enfermedades mentales son fuente de<br />

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http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections

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