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LA ENFERMEDAD Y SUS METÁFORAS - eTableros

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ductor de sida. Se trata de la indulgencia, la delincuencia —adicciones a sustancias<br />

ilegales o a lo que se juzga como una desviación sexual.<br />

La transmisión sexual de esta enfermedad, considerada por lo general como<br />

una calamidad que uno mismo se ha buscado, merece un juicio mucho más severo que<br />

otras vías de transmisión, en particular porque se entiende que el sida es una<br />

enfermedad debida no sólo al exceso sexual sino a la perversión sexual. (Me refiero,<br />

naturalmente, a Estados Unidos, donde se está diciendo a la gente que la transmisión<br />

heterosexual es extremadamente rara y poco probable —como si no existiera el<br />

continente africano—. Una enfermedad infecciosa cuya vía de transmisión más<br />

importante es de tipo sexual pone en jaque, forzosamente, a quienes tienen vidas<br />

sexuales más activas, y es fácil entonces pensar en ella como un castigo. Esto, que ya era<br />

cierto de la sífilis, lo es aun más del sida, puesto que lo que se señala como mayor peligro<br />

no es la «promiscuidad» sino una determinada «costumbre», considerada contra natura.<br />

Se supone que por vía sexual se contrae esta enfermedad más voluntariamente, y por<br />

consiguiente es más reprobable. Se considera que los drogadictos que la contraen<br />

compartiendo agujas cometen (o acaban en) una suerte de suicidio inadvertido. Se<br />

podía decir de los homosexuales promiscuos que se daban con vehemencia a sus<br />

costumbres sexuales, alentados por la ilusión (fomentada por la ideología médica con<br />

sus antibióticos curalotodo) de que todas las enfermedades de transmisión sexual eran<br />

relativamente inocuas, que podían ser considerados como hedonistas por dedicación; si<br />

bien hoy en día está claro que su comportamiento no era menos suicida que el de los<br />

demás. Aquellos que como los hemofílicos y los que reciben transfusiones sanguíneas,<br />

a quienes ninguna pirueta culpabilizadora puede achacarles la mínima<br />

responsabilidad por su enfermedad, sufren idéntico ostracismo por parte de las<br />

personas temerosas, y representan una amenaza potencial aun peor porque, a diferencia<br />

de los ya estigmatizados, no se los puede identificar fácilmente.<br />

Las enfermedades infecciosas con tacha sexual siempre inspiran miedo al<br />

contagio fácil y provocan curiosas fantasías de transmisión por vías no venéreas en<br />

lugares públicos. En las primeras décadas del siglo XX, una de las primeras<br />

consecuencias del «descubrimiento» del «contagio inocente» de la sífilis fue que, en los<br />

barcos de la marina norteamericana, se quitaran los picaportes de todas las puertas y se<br />

instalaran puertas de vaivén, y también que en todos los Estados Unidos se eliminaran<br />

los vasos de metal encadenados a los surtidores públicos. Otro vestigio de los cuentos<br />

«de horror» sobre la sífilis, cuyos gérmenes, según se creía firmemente entonces y se<br />

cree aún, pueden pasar de los sucios a los inocentes, es la recomendación hecha a<br />

generaciones de niños de clase media de que interpongan una hoja de papel entre su<br />

trasero desnudo y el asiento de los inodoros públicos. Toda enfermedad epidémica<br />

temida, pero especialmente las que se asocian con la licencia sexual, genera una<br />

distinción preocupante entre los portadores putativos de la enfermedad (que por lo<br />

general significa sencillamente los pobres y, en estas latitudes, personas de piel oscura)<br />

y los que se definen como «la población general», según pautas dadas por los<br />

profesionales de la salud y demás burócratas. Las mismas fobias y miedos de contagio<br />

ha resucitado el sida entre quienes, con respecto a esta enfermedad, caen bajo la<br />

definición de «la población general»: heterosexuales blancos que no se inyectan<br />

drogas ni tienen relaciones sexuales con quienes sí lo hacen. Como con la sífilis, enfermedad<br />

de, o contagiada por, un peligroso «otro», se piensa en el sida como una<br />

enfermedad que afecta, en muchísima mayor proporción que la sífilis, a los ya<br />

estigmatizados. Pero la sífilis nunca fue identificada con una muerte segura, punto final<br />

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http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections

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