LA ENFERMEDAD Y SUS METÃFORAS - eTableros
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cáncer han cambiado. Tener cáncer ha dejado de ser ese estigma generador de una<br />
«identidad estropeada» (para usar la expresión de Erving Goffman). Se pronuncia la<br />
palabra cáncer más libremente, y ya no es corriente poner en las necrológicas que murió<br />
«de una larga enfermedad». Aunque los médicos europeos y japoneses siguen<br />
notificando sistemáticamente el diagnóstico de cáncer en primer término a las familias,<br />
y aconsejando a menudo no comunicárselo al paciente, en Estados Unidos los médicos<br />
casi han abandonado esta política; es más, lo común ahora es dar brutalmente la noticia<br />
al paciente. El nuevo candor ante el cáncer forma parte del obligado candor (o falta de<br />
decoro) con que la televisión y las primeras páginas de los periódicos nos muestran<br />
diagramas de las enfermedades del tramo colorrectal o genitourinario de nuestros<br />
dirigentes —es cada vez más común en nuestra sociedad hablar de lo que se supone no<br />
ha de nombrarse—. Una de las razones del cambio es también el temor, por parte de los<br />
médicos, a las querellas, en esta sociedad tan litigiosa. Y el hecho de que hoy se hable<br />
del cáncer con menos fobia que hace una década, o en todo caso con menos sigilo, se<br />
debe en gran medida a que ya no es ésta la enfermedad más temible. En los últimos años<br />
se ha reducido la carga metafórica del cáncer gracias al surgimiento de una enfermedad<br />
cuya carga de estigmatización, cuya capacidad de echar a perder una identidad, es<br />
muchísimo mayor. Da la impresión de que las sociedades tuvieran necesidad de alguna<br />
enfermedad para identificar con el mal, que culpe a sus «víctimas», pero es difícil<br />
obsesionarse con más de una.<br />
II<br />
Como era de prever en el caso de un mal no del todo comprendido y<br />
extremadamente reacio al tratamiento, la llegada de esta aterradora nueva enfermedad,<br />
nueva al menos en su forma epidémica, ha desencadenado una metaforización en gran<br />
escala.<br />
Hablando con rigor, sida —síndrome de inmunodeficiencia adquirida— no es para<br />
nada su verdadero nombre. Sida es el nombre de un cuadro clínico cuyas consecuencias<br />
forman todo un espectro de enfermedades. Al contrario de la sífilis o el cáncer, que<br />
originaron los prototipos de casi todas las imágenes y metáforas vinculadas al sida, la<br />
definición misma de sida implica la existencia de otras enfermedades, las llamadas<br />
infecciones y malignidades oportunistas. Pero aunque en ese sentido el sida no es una<br />
única enfermedad, se presta a que así se lo considere, en parte porque se le supone,<br />
como al cáncer y a la sífilis, una única causa.<br />
El sida tiene una genealogía metafórica dual. En tanto que microproceso, se lo<br />
describe igual que al cáncer una invasión. Cuando se enfoca la transmisión de la<br />
enfermedad, se invoca una metáfora más antigua, que tiene reminiscencias de la sífilis: la<br />
polución. (Se transmite a través de los fluidos sanguíneos o sexuales de los individuos<br />
infectados, o de productos sanguíneos infectados.) Pero las metáforas militares que se<br />
usan para describir el sida difieren en algo de las que se emplean para describir el cáncer.<br />
Con el cáncer, la metáfora escamotea el problema de la causalidad (tema todavía oscuro en<br />
la investigación oncológica) y sólo funciona a partir del momento en que, dentro del<br />
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http://www.scribd.com/users/Barricadas/document_collections