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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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Él se queda petrificado y todo su cuerpo se tensa contra el mío.<br />

—Todavía no… —dice con la voz llena de aprensión.<br />

—¡No! ¡Todavía no!<br />

Se relaja.<br />

—Veo que estamos de acuerdo en eso, señora Grey.<br />

—Pero quieres tener hijos, ¿no?<br />

—Sí, claro. En algún momento. Pero todavía no estoy preparado para compartirte. —Vuelve a besarme en<br />

el cuello.<br />

Oh… ¿compartirme?<br />

—¿Qué estás preparando? Tiene buena pinta. —Me besa detrás de la oreja y veo que tiene intención de<br />

distraerme. Un cosquilleo delicioso me recorre la espalda.<br />

—Bocadillos. —Le sonrío.<br />

Él sonríe contra mi cuello y me muerde el lóbulo de la oreja.<br />

—Mmm… Mis favoritos.<br />

Le propino un ligero codazo.<br />

—Señora Grey, acaba de herirme —dice agarrándose el costado como si le doliera.<br />

—Estás hecho de mantequilla… —le digo de broma.<br />

—¿De mantequilla? —dice incrédulo. Me da un azote en el culo que me hace chillar—. Date prisa con mi<br />

comida, mujer. Y después ya te enseñaré yo si estoy hecho de mantequilla o no. —Me da otro azote juguetón<br />

y se acerca al frigorífico—. ¿Quieres una copa de vino? —me pregunta.<br />

—Sí, por favor.<br />

Christian extiende los planos sobre la barra para el desayuno. La verdad es que Gia ha tenido unas ideas<br />

geniales.<br />

—Me encanta su propuesta de hacer toda la pared del piso de abajo de cristal, pero…<br />

—¿Pero? —pregunta Christian.<br />

Suspiro.<br />

—Es que no quiero quitarle toda la personalidad a la casa.<br />

—¿Personalidad?<br />

—Sí. Lo que Gia propone es muy radical pero… bueno… Yo me enamoré de la casa como está… con<br />

todas sus imperfecciones.<br />

Christian arruga la frente como si eso fuera un anatema para él.<br />

—Me gusta como está —susurro. ¿Se va a enfadar por eso?<br />

Me mira fijamente.<br />

—Quiero que la casa sea como tú desees. Lo que tú desees. Es tuya.<br />

—Pero yo también quiero que te guste a ti. Que también seas feliz en ella.<br />

—Yo seré feliz donde tú estés. Es así de simple, Ana. —Me sostiene la mirada. Está siendo absolutamente<br />

sincero. Parpadeo a la vez que el corazón se me llena de amor. Dios, cuánto me quiere.<br />

—Bueno —continúo tragando saliva para intentar aliviar el nudo de emoción que siento en la garganta—,

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