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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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—Sí, tengo muchas ganas de hablar —digo distraída. Una mezcla de aromas exóticos y especiados llena la<br />

cocina y yo me revuelvo en el asiento.<br />

—Quieta, Anastasia. —Está cerca otra vez—. Quiero que te portes bien… —me susurra.<br />

Oh, madre mía.<br />

—Y no te muerdas el labio. —Christian me tira suavemente del labio inferior para liberarlo de mis dientes<br />

y no puedo evitar una sonrisa.<br />

Después oigo el ruido seco del corcho de una botella y el sonido del vino al verterlo en una copa. Luego<br />

hay un momento de silencio al que le sigue un suave clic y el siseo de la estática de los altavoces envolventes<br />

cuando cobran vida. El tañido alto de una guitarra marca el comienzo de una canción que no conozco.<br />

Christian baja el volumen hasta convertirlo solo en música de fondo. Un hombre empieza a cantar en voz<br />

baja, profunda y sexy.<br />

—Creo que primero una copa —susurra Christian, distrayéndome de la canción—. Echa un poco atrás la<br />

cabeza. —Hago lo que me dice—. Un poco más —me pide.<br />

Obedezco y noto sus labios contra los míos. El vino frío cae en mi boca. Trago en un acto reflejo. Oh, Dios<br />

mío. Me inundan recuerdos de no hace tanto: yo, en Vancouver antes de graduarme, tirada en una cama con<br />

un Christian sexy y furioso al que no le había gustado mi correo. Mmm… ¿Han cambiado las cosas? No<br />

mucho. Excepto por que ahora reconozco el vino. Es Sancerre, el favorito de Christian.<br />

—Mmm —digo apreciativa.<br />

—¿Te gusta el vino? —murmura y noto su aliento caliente en la mejilla. Me embargan su proximidad, su<br />

vitalidad y su calor, que irradia hasta mi cuerpo aunque no me está tocando.<br />

—Sí —digo en un jadeo.<br />

—¿Más?<br />

—Contigo siempre quiero más.<br />

Casi puedo oír su sonrisa. Y eso me hace sonreír a mí también.<br />

—Señora Grey, ¿está flirteando conmigo?<br />

—Sí.<br />

Su anillo de boda choca contra la copa cuando da otro sorbo. Ahora me parece un sonido sexy. Esta vez él<br />

tira de mi cabeza hacia atrás y me la sujeta. Me besa otra vez y yo trago ávidamente el vino que me vierte en<br />

la boca. Sonríe y me da otro beso.<br />

—¿Tienes hambre?<br />

—Creía que ya le había dicho que sí, señor Grey.<br />

El cantante del iPod está cantando algo sobre juegos perversos. Mmm… qué apropiado.<br />

Suena la alarma del microondas y Christian me suelta. Me siento erguida. La comida huele a especias: ajo,<br />

menta, orégano, romero… También huele a cordero, creo. Abre la puerta del microondas y el olor se<br />

intensifica.<br />

—¡Mierda! ¡Joder! —exclama Christian y oigo que un plato repiquetea sobre la encimera.<br />

¡Oh, Cincuenta!<br />

—¿Estás bien?<br />

—¡Sí! —responde con voz tensa. Un momento después lo noto de pie a mi lado otra vez—. Me he

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