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cincuenta-sombras-liberadas-libro-3

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—Esto. —Pongo el pie sobre la cama y le enseño la pulsera de tobillo.<br />

—Muy bonita —dice. Se acerca y roza las campanitas para que tintineen dulcemente junto a mi tobillo.<br />

Frunce el ceño y me roza con suavidad la marca roja, lo que hace que me cosquillee toda la pierna.<br />

—Y esto. —Le tiendo la caja para intentar distraerle.<br />

—¿Es para mí? —me pregunta sorprendido. Asiento tímidamente. Coge la caja y la agita un poco. Me<br />

dedica una sonrisa infantil y deslumbrante y se sienta a mi lado en la cama. Se inclina, me coge la barbilla y<br />

me da un beso—. Gracias —me dice con una felicidad tímida.<br />

—Pero si todavía no lo has abierto…<br />

—Seguro que me encanta, sea lo que sea. —Me mira con los ojos brillantes—. No me hacen muchos<br />

regalos, ¿sabes?<br />

—Es difícil comprarte algo, porque ya lo tienes todo.<br />

—Te tengo a ti.<br />

—Es verdad. —Le sonrío. Oh, y qué verdad, Christian…<br />

Desenvuelve el regalo en cuestión de segundos.<br />

—¿Una Nikon? —Me mira perplejo.<br />

—Sé que tienes una cámara digital pequeña, pero esta es para… eh… retratos y esas cosas. Tiene dos<br />

lentes.<br />

Parpadea sin comprender.<br />

—Hoy en la galería te han gustado mucho las fotos de Florence D’Elle. Y me he acordado de lo que me<br />

dijiste en el Louvre. Y, bueno, también están esas otras fotografías… —Trago saliva y hago un esfuerzo por<br />

no pensar en las fotos que encontré en su armario.<br />

Él contiene la respiración y abre mucho los ojos cuando comprende al fin. Sigo hablando de forma<br />

atropellada antes de que pierda toda la valentía.<br />

—He pensado que tal vez… eh… te gustaría hacer fotos… de mi cuerpo.<br />

—¿Fotos? ¿Tuyas? —Me mira con la boca abierta, ignorando la caja que tiene en el regazo.<br />

Asiento intentando desesperadamente evaluar su reacción. Finalmente devuelve su atención a la caja y<br />

sigue con los dedos el contorno de la ilustración de la cámara que hay en la tapa con reverencia y fascinación.<br />

¿Qué estará pensando? No es la reacción que esperaba y mi subconsciente me observa como si fuera una<br />

animal de granja domesticado. Christian nunca reacciona como yo espero. Levanta la vista de nuevo con los<br />

ojos llenos de… ¿qué? ¿Dolor?<br />

—¿Por qué has pensado que podría querer algo así? —me pregunta desconcertado.<br />

¡No, no, no! Has dicho que te iba a encantar…<br />

—¿No lo quieres? —le pregunto negándome a escuchar a mi subconsciente, que se está cuestionando por<br />

qué iba a querer nadie hacerme fotos eróticas a mí. Christian traga saliva y se pasa una mano por el pelo.<br />

Parece tan perdido, tan confuso. Inspira profundamente.<br />

—Para mí esas fotos eran como una póliza de seguros, Ana. He convertido a las mujeres en objetos<br />

durante mucho tiempo. —Hace una pausa incómoda.<br />

—¿Y te parece que hacerme fotos es… convertirme en un objeto a mí también? —Me quedo sin aire y<br />

pálida cuando toda la sangre abandona mi cara.

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